Refugios de la pandemia (25)

Jorge Dávila Vázquez// RINCÓN DE CULTURA

LA LITERATURA, el viejo cine, la música, los documentales sobre arquitectura y pintura, el arte en general han sido los refugios estéticos durante este período oscuro y terrible del imperio Covid y sus interminables secuelas.

Este es mi último artículo de la serie, y espero, a partir de la próxima semana quedarme con mi Rincón de Cultura, que es totalmente suyo, Uds. lo saben, y concluyo con un breve acercamiento a un libro erudito, sí, pero realmente encantador: LA LENGUA MORLACA del infatigable Oswaldo Encalada Vásquez.

La Municipalidad de Cuenca y su Dirección de Cultura nos lo entregaron un poco antes de la crisis de salud, y, he ahí un estupendo compañero de camino.

El autor se esmera en darnos la expresión y su uso, recurriendo infinidad de veces a ejemplos de nuestra literatura y, en muchas ocasiones, a su propio ingenio literario.

Pondré unos pocos ejemplos de palabras y expresiones, familiares para la gente de mi edad, pero ya desconocidas actualmente, y que seguro les interesarán, siguiendo el orden alfabético:

Afarolado, ya nadie dice así a las personas irreflexivas; ahogapulgas, creo que se usa o poco, pero ya no se nombra así a la ropa interior “conservadora”; alairito, tan ricamente familiar antaño, para hablar de algo o alguien que está expuesto al público. Bebioso, aunque hay muchos dados a la bebida, ya nadie los designa de este modo. Calcha: con el desapego de las nuevas generaciones al campo, creo que este vocablo o taralla, para la planta y la caña secas del maíz, respectivamente, son harto desconocidos. Chanchullo, que designa a un negocio irregular, ya no es frecuente, pese a las denuncias de corrupción pública de todo nivel. Dando y cavando, expresión familiar ya inusual, que significa pensar intensamente en algún problema. 

Elevado: suspenso, atónito.  Fifiriche: persona muy delgada, enclenque. Gagones: los famosos perritos en los que se transformaban los incestuosos, según la leyenda. Huacho y huaccho: hilera en un sembrío y solitario, abandonado. Irizo, era muy común para designar a una persona debilucha. A Encalada le parece que es una deformación de erizo, porque, además de enfermizo, tenía los pelos parados.

Y así, seguiremos, entre nostálgicos y divertidos, hasta la Z. (O)