Arquitectos lideran un plan de gestión que restaure a las quebradas de Cuenca

Una de las quebradas más afectadas por la contaminación es la del Machángara. Xavier Caivinagua/El Mercurio

Como un pozo para las aguas servidas, como basurero, como escombrera, como espacio para dejar llantas y animales muertos en sacos. Así han sido tratadas las quebradas de Cuenca, a pesar de su valor como infraestructura.

Ante la necesidad de saber qué pasa con estos pasos estrechos, pero no por ellos importantes, la Cooperación Técnica Alemana (GIZ en alemán) emprendió un proyecto a través de Ciudades Intermedias Sostenibles.

Más allá de conocer el estado, que es la base para trabajar, el fin es diseñar un plan piloto de gestión de una quebrada. Para ello, mediante un concurso, se seleccionó a Sirio&Persea, una consultora que tiene oficinas en Cuenca y Medellín.

Para empezar a trabajar, GIZ decidió que la quebrada Shinshín, en la parroquia Baños, sería la base de la investigación y la elaboración del proyecto.

“Lo que quiere el laboratorio urbano de GIZ aquí es entender el estado de las quebradas y a través de esa visión general comenzar a hacer un plan de piloto de una quebrada que puede ser replicada a escala urbana”, explicó el arquitecto Daniel Tello, director de la consultoría.

Para Tello, si bien cada quebrada tiene sus propias características, también tiene algo en común: cuando entra la dimensión humana son muy similares por la contaminación que presentan. Por esa razón es que, luego de los estudios y la elaboración de un plan de gestión, se puede replicar en los otros espacios de la ciudad.

¿Por qué las quebradas?

Para los consultores, esos espacios estrechos (solo en el perímetro urbano de Cuenca se cree que hay unos 200 afluentes) son tan necesarios por su función: un sistema de desfogue, una infraestructura que regula la fuerza del agua.

Y, sin embargo, en los últimos años la afección a esos espacios ha sido más intensivo: además de la contaminación humana, las quebradas han sido invadidas por la construcción de viviendas, camales clandestinos y la extensión de la agricultura.

Todo ello, en un momento que ya se ha registrado y que continuará registrándose si no se interviene en las quebradas, los problemas serán mucho mayores: el agua se saldrá de su cauce, habrá inundaciones, deslizamientos, y habrá gente que tendrá que ser desalojada porque corre peligro.

“Hay un dato interesante y preocupante. De esos 200 afluentes puedo decir que el 45% de esos márgenes de protección que están alrededor de Cuenca está en zonas de deslizamientos, de vulnerabilidad, y mucha gente está viviendo allí”, dijo Tello a El Mercurio.

Un plan que eduque

Los consultores ya empezaron con su trabajo en la quebrada de Shinshín. La última visita que realizaron fue el 20 de noviembre, en compañía de la gente, ya que la idea es que la población se involucre, opine y comente sobre la quebrada que conoce.

Con todas las investigaciones se prevé que a finales de febrero de 2022 la consultora presente los resultados y el plan que eduque mediante herramientas técnicas y visuales a una población que, si no se concientiza de lo que está sucediendo en las quebradas, más pronto que tarde verá las consecuencias.

Proyectos alternos

En Baños, a través de su gobierno autónomo, antes de que iniciaran los estudios en la quebrada de Shinshín, ya estaban emprendiendo proyectos para evitar que la población continúe contaminando las quebradas.

Por un lado, el GAD ha hecho visitas y recorridos a algunas de las quebradas que más se han contaminado para realizar mingas. Sin embargo, si bien se ha logrado retirar toneladas de basura, hay un problema que persiste: las aguas servidas que terminan en los arroyos.

No solo en Baños existe la falta de alcantarillado. En la propia ciudad todavía hay lugares que no cuentan con ese servicio. En el caso de las parroquias rurales, una buena parte de sectores no tiene ese sistema por su geografía. Y en Baños se ve ello.

Con esa problemática latente, el GAD hizo un convenio con la Universidad de Cuenca y la Universidad Católica para desarrollar un tratamiento sostenible de las aguas residuales domésticas a escala pilotos y sistemas unifamiliares.

“Hemos escogido dos familias para trabajar en dos quebradas. La idea es hacer pequeñas lagunas de oxidación conjuntamente con la siembre de algunas plantas que actúen como biofiltros para absorber la materia de los desechos”, explicó Enrique Villa, técnico del GAD de Baños.

Esta semana los obreros empezarán con la obra física para que a principios del 2022 empiecen a funcionar las lagunas. Después de ello se hará una evaluación. El objetivo es que este sistema alterno sea una opción para que las aguas servidas no terminen en las quebradas. (I)