Microrrelatos de Allan García

Tito Astudillo y A.

Una lectura lleva a otra y así, fluye, tal vez por esas misteriosas asociaciones de la memoria o por su vecindad en la biblioteca, lo cierto es que, terminada la lectura de “La Casita de Nuez” de Oswaldo Encalada Vázquez, de pronto, me encontré releyendo el libro “333 Micro-bios”, de Edgar Allan García, polifacético escritor ecuatoriano de ensayo, poesía, cuentos y literatura infantil-juvenil, fecunda creación literaria, que garantizan su presencia en las letras Iberoamericanas, como analiza Basilio Rodríguez Cañada.

Es cierto que cada cual lee desde lo que es y desde lo que tiene, como dice María Augusta Vintimilla, creo que el escritor también lo hace desde lo que es y desde lo que tiene; sensibilidad para captar los pequeños grandes detalles de la cotidianidad humana, social y personal que hacen la diferencia y son su materia prima, como el bagaje cultural que dan la lectura y la formación académica y humana, componentes que definen el proceso creativo de una obra literaria, como en este caso, sus microhistorias expresadas en una prosa poética de exquisita sensibilidad, de fina ironía, de sutil humor y no menos contundente crítica y autocrítica. Narraciones de fácil lectura por su brevedad, diversidad temática, por la fascinación y seducción que imprimen sus personajes e historias que, más allá de su aparente atemporalidad e irrealidad, son universales y pueden identificarse en la cotidianidad de aquí o de allá.

Libro oportuno para incentivar la lectura en la niñez y juventud contemporánea, tan inmersos en la tecnología digital y en las redes que amenazan limitar su horizonte de lectura. 333 microhistorias y “Un beso del tamaño de un elefante” que, por su fácil acercamiento, comprensión, reflexión y la riqueza de su lenguaje, es excelente para trabajos de motivación en el aula, en el hogar, en talleres literarios, encuentros de lectura o entre amigos alrededor de una taza de café. (O)