Verdad objetiva

Edgar Pesántez Torres

Un lector me increpa por incumplir el ofrecimiento de hablar sobre la verdad, concepto que para él es categórico a toda profesión y que debe cumplirse rigurosamente para estar a tono con la justicia y la historia. Recordaba que en la entrega sobre “Honestidad en la comunicación”, yo renegaba de ciertas premisas del periodismo como la imparcialidad, la independencia y la objetividad, aduciendo que esta actividad -y cualquier otra- depende de circunstancias, se inclina por algo o por alguien y piensa y actúa desde la subjetividad. Para superar había que actuar con honestidad, acotaba en el escrito.

La verdad es un concepto cuestionado desde tiempos inmemoriales hasta la actualidad, pasando por Karl Popper que proponía “la aproximación a la verdad”. No soy quién para discurrir a profundidad sobre el tema, pero ante el reto recordaré desde mis conocimientos psico-biológicos que una de las facultades humanas, la inteligencia, penetra en el interior de la realidad para conocer “su verdad”, mientras la razón concatena las ideas y los conceptos y da forma a los pensamientos. Con esta visión se debe proyectar el trabajo periodístico y así evitar que se los deshonre, aduciendo que contravienen la verdad.

El ideal es ser tan verdadero como sea posible -aproximación a la verdad o vedad provisional que dura mientras no se refuta: Popper-. La verdad absoluta no existe, solo a Dios se le endilga esta prerrogativa; no obstante, como utopía sirve para caminar en su búsqueda más aún en el periodismo para maximizar la realidad y proporcionar documentación suficiente. Una de las razones que dan problemas a los periodistas es aquella que tiene que ver con “la verdad”, porque nunca están seguros de la índole de la verdad a la que se enfrentan. Es que la verdad uno no es la verdad dos: hay distintos tipos de verdad y una persona tienen que estar segura del tipo de verdad mencionada.

No por ello se puede caer en la relatividad absoluta argumentando que todo depende “del cristal con que se mira el hecho”, lo que conduce a inseguridades psicológicas y a enfrentamientos de unos contra otros. De ahí que se apueste por una verdad objetiva, que conduzca a lo que realmente es una cosa: una realidad; pues, la verdad objetiva debe ser un equilibrio entre el racionalismo y el subjetivismo, evitando que mientras menor sea la fuerza de la verdad, mayor sea la violencia impositiva, y viceversa. (O)