Los pesebres coloniales dan la bienvenida a la Navidad en Quito

Uno de los pesebres que hacen parte de una exposición de la tradición belenística con temática colonial. EFE/ Daniela Brik

Toda la tradición belenística de la escuela escultórica quiteña se exhibe por Navidad en la capital de Ecuador en pesebres coloniales que mezclan la imaginería e iconografía europeas de los siglos XVII y XVIII con la temática latinoamericana.

«Lo conocemos acá como el belén quiteño o del Barroco quiteño, la representación del nacimiento con imágenes reproducidas durante la época colonial», explicó a Efe Pablo Rodríguez, administrador y coordinador del Museo San Francisco de Quito, levantado sobre los cimientos de la primera iglesia franciscana construida en 1536.

El arte de confeccionar tallas en madera llevó a una ingente producción en los territorios que comprendían la Real Audiencia de Quito en los siglos XVII, XVIII y en menor medida en el XIX, y adquirió características diferenciadas de los pesebres europeos, especialmente los italianos y españoles.

Pesebres latinoamericanos

Y es que los artistas latinoamericanos introdujeron su propia forma de expresión involucrando elementos propios de las regiones y de los oficios que se practicaban en la época colonial.

«Dependiendo de la habilidad e intención del artesano podemos tener, por ejemplo, belenes serranos o de la región andina donde representaban la natividad de un niño o virgen indígena», acotó Rodríguez.

El convento máximo de San Francisco de Quito alberga desde 2006, y a excepción del año pasado por la pandemia, una de las más conocidas exposiciones de pesebres de la capital ecuatoriana, que da cuenta de la mística arraigada en la teología franciscana.

Alrededor de una treintena de belenes confeccionados en su mayoría de forma artesanal y muchos de ellos con materiales reciclables compiten en belleza y originalidad a partes iguales.

Un pesebre de mazapán lacado de vivos colores y ornamentación que se asemeja a los tejidos del atiplano, o un nacimiento en una gruta sobre la que se erige imponente una maqueta del propio Convento de San Francisco de Quito son fiel reflejo de la coexistencia de lo autóctono, lo colonial y la espiritualidad.

Los pesebres coloniales en Quito llegaron a tener fama internacional y eran considerados a la vanguardia en la región hasta que en el siglo XX decayó su predicamento por el establecimiento del Estado laico en Ecuador.

Pero los franciscanos reanudaron hace 15 años la exhibiciones previas a la Navidad, que se han ganado el cariño del público y de artistas, llegando a reunir en algunas ocasiones hasta 60 nacimientos.

Los dos últimos años han sido duros para los seguidores de Francisco de Asís porque la covid-19 les arrancó a dos de sus miembros, entre ellos el fraile Walter Verdezoto, impulsor de la muestra y conocido como «el padre de los 500 pesebres», por lo que abrir las puertas un año más supone un «compromiso espiritual» con su memoria, añadió el administrador museístico.

Cultura y oficios

Otra parada obligatoria es el Museo del Carmen Alto, emplazado en un edificio patrimonial regentado por carmelitas descalzas de clausura desde 1653, donde un pesebre colonial con aproximadamente 300 figuras da la bienvenida al visitante.

«Representan no solamente los episodios en relación al nacimiento y la infancia de Jesús, sino también una serie de personajes del Quito cotidiano a lo largo de las diferentes épocas», señala por su parte Myriam Navas, coordinadora del museo, ubicado en el casco antiguo de la urbe y antigua residencia -hace 400 años- de Santa Mariana de Jesús, la primera del país.

Entre las figuras se combinan aquellas de origen colonial con otras piezas republicanas del siglo XIX y posiblemente de comienzos del XX, diferentes épocas que conviven en la representación encarnada por personajes de diferentes procedencias étnicas y variopintos oficios como el de ‘aguatero’, aquel que distribuía agua en la ciudad.

Así, aparece «un conjunto de afros en pleno baile vestidos muy elegantemente tocando instrumentos y mujeres en situación de comercio», indica Navas.

Pero llama la atención una escena de violencia machista en la que se aprecia un hombre con la mano en alto desafiante y una mujer con el rostro apesadumbrado, amoratado y ensangrentado.

Las piezas forman parte de la reserva conventual y ascienden a unas 400 de diferente tamaño y época, que fueron acumuladas por las propias monjas y que hoy forman parte del patrimonio navideño de la ciudad.

El responsable del área de mediación del Carmen Alto, Gledys Macías expone que «no siempre hubo catalogación o registro» de las figuras artísticas de los pesebres, y que como en muchos hogares, las religiosas las reunían bajo diferente temática.

En esta ocasión, la exhibición se ha centrado en la figura de la Sagrada Familia en su huida a Egipto, pero en lugar del tradicional pollino, la virgen porta al niño a lomos de una llama andina.

«Es una procreación cultural del pesebre tradicional», concluye el responsable sobre el peculiar montaje que trasciende la iconografía tradicional para arrojar, en definitiva, el mismo mensaje, el de la Natividad. EFE