El triunfo de Boric en Chile

Casi todos los gobiernos latinoamericanos saludan al presidente electo de Chile, Gabriel Boric, justo ganador en las elecciones celebradas el pasado domingo.

Así han procedido los gobiernos de centroderecha, centroizquierda y los de extrema izquierda. Estos encasillamientos, a la hora de la hora resultan un tanto difusos por heterógeneos; pues, como en el caso de Chile, Boric contó con el apoyo de otras tendencias. A saber, de las izquierdas tradicionales, de grupos autodenominados como la nueva izquierda o izquierda postmoderna, y de otras variopintas organizaciones.

Gobiernos como los de Cuba, Nicaragua, Venezuela, Bolivia y Argentina, autollamados “progresistas”, toman como suyos la victoria de Boric, quien aúpa tendencias ligadas al feminismo, ecologismo, y el no extrativismo.

Siendo estudiante, él no escondió sus simpatías por los regímenes cobijados bajo el socialismo del Siglo XXI. Llegó a apoyar a Nicolás Maduro.

Sin embargo, en campaña electoral marcó distancias con los gobernantes de Cuba, Nicaragua y Venezuela, por la violación a los derechos humanos.

Aquellos son países gobernados por dictaduras con ropaje democrático, embarrados por la corrupción. Su único afán es perpetuarse en el poder a como dé lugar, aunque embanderen el “progresismo”.

Si bien la llegada de Boric al poder modificará el espectro político de la región, su gestión en sí misma permitirá vislumbrar si su izquierdismo se asemeja al del Siglo XXI; es decir, marcado por un Estado todopoderoso, controlador de las libertades y amoldador de la democracia según sus conveniencias.

Chile, donde lo importante era mantener los índices macroeconómicos sin importar el ahondamiento de la inequidad social, se apresta a ensayar un gobierno distinto al de los últimos 30 años, con alternancia entre la centroizquierda y la centroderecha, en gran parte bajo el modelo económico heredado de la dictadura de Pinochet.

A la hora de gobernar, la realidad suele mostrarse en carne y hueso; las masas populares exigen lo prometido, y es cuando los sueños dejan ser sueños. (O)