En, para y por Navidad

Édgar Plaza Alvarado

   Nació en una cueva de una montaña, de madre virgen negra, con frío intenso y un cometa en el firmamento. Su venida al mundo material fue anunciada con antelación y esperada con pasión. La plebe lo llamó “Hijo de Dios” y trajo bienestar, paz y normas morales de comportamiento. Era Lao Tze. solo que llegó miles de años antes de Jesús, en Asia en lo que hoy podría llamarse China con el cambio de estación o cerca de ella como precedente de una nueva época de esperanza para los atormentados.

   El parecido es similar con el del Jesús histórico que todos sabemos e igual al de cualquier iluminado que llega a la tierra que debe cumplir las 7 sagradas condiciones básicas para ser tal; lastimosamente, más de 300 años después del Maestro, un grupo ambicioso crea una religión absolutista alrededor de él que cubrió Europa y luego el mundo occidental hasta este continente y nos hizo creer en un Jesús diferente (“…único hijo de Dios” según la Biblia por ellos escrita). Puede que él haya sido el más grande, pero no fue el único ni el primero ni será el último que envíe la Deidad.

   Estos nacimientos poco comunes se han registrado desde que el mundo es mundo, en todos los continentes y en diferentes eras. Cuando consideran preciso –por qué el género humano ha llegado a una degradación tal, para acelerar el proceso evolutivo espiritual o por factores muy especiales—envía a un hermano iluminado o adelantado para, con sus acciones, recordar nuestro puesto en la creación y que debemos cambiar para bien. No hay que dejarse engañar por personas como ese ciudadano ruso, bien acicalado, de terno y vanidoso que proclama ser la supuesta “segunda venida” de Jesús. ¡O como nuestro famoso y fatal “mesías criollo” huido a Bélgica que ciertamente hizo milagros …pero en los bolsillos de él, los amigos y coidearios! sólo que con plata de los ecuatorianos o sea ajena ¡así pues cualquiera puede!

   Dejándonos de bromas amargas deseamos que todos los sueños buenos de todos se hagan realidad en medio del desengaño y el albur pero sin consumismo.

   Paz Inverencial (O)