Leer y escribir sobre mujeres

Camila Corral Escudero

Desde hace un par de años ha crecido el interés por sacar a la luz pública la vida y la obra de mujeres valiosas que han sido olvidadas o relegadas por la historia oficial en forma de libros ilustrados, juguetones y divulgativos, que siguen el ejemplo de publicaciones como el éxito de ventas Cuentos de buenas noches para niñas rebeldes de las autoras italianas Elena Favilli y Francesca Cavallo.

Hay varios ejemplos, todos valiosos, que se han ofrecido como alternativa a los relatos de princesas y tienen el acierto de representar a diversas luchadoras sociales, políticas, educadoras, deportistas, artistas, entre otros perfiles excepcionales. Aunque intuyo que esta no es tarea fácil en ningún lugar del planeta, en el Ecuador la empresa es especialmente compleja: mientras que la documentación sobre los protagonistas masculinos es extensa, rigurosa y llena de detalles –no es muy difícil averiguar cuál era el plato favorito de un expresidente, qué lecturas disfrutaba algún general o qué clima le sentaba mejor a determinado escritor– las fuentes documentales sobre las mujeres ecuatorianas son casi inexistentes y, casi todas, están repletas de estereotipos.

En la somera información disponible abundan imágenes en apariencia bien intencionadas y generosas, como “madre abnegada”, “educada señorita”, “dócil doncella”, “desprendida anfitriona”, “devota maestra”, “hábil conversadora”, “casi una santa”, que las idealizan, borran sus particularidades y las homogenizan.

Leer y escribir sobre mujeres hoy es un ejercicio de rebeldía, de responsabilidad y de humanidad. Tenemos que darle la vuelta a esa forma de ficcionar que ha creado retratos de mujeres estandarizados, infantiles, de perfección y virtuosismo, que ha censurado la diferencia, la divergencia y la resistencia. (O)