Ya no queda nada sobre qué escribir

Ma. Isabel Cordero

Hay quien escribe al amor, a la belleza, al terruño, a la madre, a las hijas, a los héroes, pero, el Pedro Gil, ese sí que era poderoso, escribía sobre sus propias desgracias, y vaya que le pasó de todo, hasta su muerte fue noticia de crónica roja en su natal Manta.

Sus obras hablan del espacio en dónde creció, lejos de las oportunidades y privilegios, describe al barrio, las cantinas, los burdeles, la infancia, su familia, sus experiencias sexuales, la adicción y la sanación; de cuando estuvo preso, de las 17 puñaladas y de cómo los libros, un cuaderno y un lápiz nos pueden salvar de la locura.

Ahora veo sus publicaciones y lamento no haberle leído más, no haber conversado más, no haber intercambiado más poesía y cuentos, no haberle pedido que lea los míos y los critique, como se criticaba a sí mismo. Él nunca esperó la gloria, pero sí le hubiera gustado poder vivir de su arte.

Ya no queda sobre qué escribir en la tierra, el amor, la fraternidad, la vida, se han vuelto perseguidos políticos (1971) y, sin embargo, escribió hasta la muerte.

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