Fiestas intensas

La celebración del carnaval no es universal. Hay países en el mundo en los que estos días pasan desapercibido. Se originaron en las bacanales y saturnales de Gracia y Roma del pasado y se caracterizaban en romper por unos días el rígido orden establecido, incluyéndose un fuerte debilitamiento de las categorías sociales vigentes con rigidez y un ambiente de igualdad social en homenaje a divinidades como Baco y Saturno. Fueron tan intensas estas fiestas que de alguna manera se mantuvieron cuando el cristianismo se consolidó en estas regiones y se consideraban, con desdén, celebraciones “paganas” que atentaban contra la moral cristiana que se trataba de implantar con rigidez.

Una solución sabia ante esta contradicción y desacato fue incorporar un contenido religioso al establecer la cuaresma a continuación, lo que de alguna manera justificaba los “excesos paganos” con el arrepentimiento cuaresmal que debía darse. El disfraz fue un mecanismo para intensificar estas “licencias” y se destacan en el mundo los de Río de Janeiro, Venecia y Nueva Orleans por su esplendor y originalidad. Disfrazarse, de alguna manera intensifica la vivencia de ser diferentes y contar con “licencias” para romper la rigidez del orden establecido, considerando algunos que se trata de licencia para pecar.

En nuestro país se consolidó la tradición de poder mojar a cualquier persona, al margen de las condiciones sociales y económicas. Se puede hablar de una “democratización” de estos comportamientos que, en días normales, podría considerarse una agresión. Desde luego, para los adultos era y es una justificación para “mojarse por dentro”. Lo más positivo de estas fiestas es la alegría y es un acierto que desde hace algunos años los días se consideren feriados generales. Es importante conservar estas tradiciones que contribuyen a consolidar la identidad, con moderación y evitando abusos que podrían transformar la alegría en molestias.