El diccionario define resiliencia a la capacidad del ser vivo de adaptarse ante una situación adversa o perturbadora. Esta cualidad no es fácil de ejercer. Prueba de ello es lo que se vivió en el caso de la pequeña Sofía G. que conmovió a Cuenca durante más de dos años. Ante procesos judiciales que se volvieron muy mediáticos, no pocas voces movilizadas miraron con rechazo, rencor, confrontación e incluso venganza, una situación que no dependía del ánimo del público, ni de la fuerza de los hashtags de las redes, sino del criterio de los jueces. Criterio que, además, debió formarse por las declaraciones de expertos médicos, peritos, y testimonios de los involucrados en los hechos relacionados con la pérdida de la vida de la paciente.
Los tribunales han hablado. La sentencia ratifica la inocencia del médico. La contundencia de los testimonios de médicos y expertos aclararon las dudas y los jueces determinaron que fue una operación legítima y necesaria, que la pequeña Sofía tenía una anomalía anatómica en su carótida, que recibió todo el cuidado posible que la ciencia podía entregarle. Pero no queda sólo ahí, los jueces llamaron la atención a quienes realizaron autopsia y exámenes histopatológicos por los errores cometidos, imprecisiones y falta de objetividad.
Las sociedades maduras tienen sistemas jurídicos y procesos legales que permiten llegar a conclusiones objetivas que nos ayuden a ser resilientes. Se requiere resiliencia para los padres y familiares ante la dolorosa pérdida de una hija. Resiliencia para los médicos ante el calvario de las acusaciones recibidas. Resiliencia para la comunidad, para recuperar una sana convivencia, entendiendo que quienes dictan sentencia son los jueces, no las redes. (O)
