Soluciones urgentes

Luis Ochoa Maldonado

Lo peor que nos pasa, es la inacción de los poderes del estado sumidos en quejas de no disponer de normatividad, recursos y equipo humano para resolver los graves desajustes nacionales. Entonces como se atreven a presentarse ante el electorado con ofertas que luego son inejecutables, porque sugieren la obstrucción del legislativo o demora en lo judicial, Consejo de Participación, etc., vieja mañosería, creando alianzas coyunturales para escoger  a las autoridades de la asamblea, pero sin compromiso de cumplimiento de un plan de gobierno y para salvar al Consejo de la Legislatura, configuran una amnistía cuestionada por no haber sido individualizada ante los luchadores sociales  y con suficiente motivación, tanto que hay confusión en algunos nombres y cedulas de los que se han beneficiado.

Mientras tanto la violencia inusitada pone a Guayaquil entre las ciudades más peligrosas del mundo, por agencias internacionales que la analizan, que se extiende peligrosamente al resto del país, con hechos execrables de sicarios observados en el Cantón Troncal y en la provincia del Oro, lo más sensible es, que no se observa a la faz ciudadana las acciones de un plan inaplazable y financiado que empiece a poner orden a este descalabro nacional, dificultades para organizar a los servicios más sensibles como la dotación de medicamentos en las unidades de salud, las adecuaciones de los estamentos educativos para el retorno a clases en el área rural y con vías destrozadas en el país, nos muestran un panorama desolador, sin trazas de solución a la vista.

Que nos puede mostrar la casta política a estas alturas, sino algo de decencia como el renunciamiento a sus posiciones privilegiadas, tal el retiro voluntario del asambleísta Ron. Consensuar entre los líderes alrededor de los intereses de la gente común, es decir algo de tolerancia, para avanzar. De no estar a la altura de las circunstancias perdemos todos y es hora de que a grandes problemas aparezcan grandes soluciones, como la llamada muerte cruzada, para que sea el pueblo el que dirima las diferencias de creencias, juicios e intereses. Lo otro es marchar en el mismo terreno.   (O)