El llanto de Ucrania

Hernán Abad Rodas

Una vez más, me permito escribir sobre la tragedia de los ucranianos que luchan contra la cruel agresión de Vladimir Putin, cuyo brutal bombardeo ha sido condenado por el mundo entero, excepto por China y algunos gobernantes autodenominados “revolucionarios del siglo XXI”.

Con estupor y rabia vemos una tragedia humana en vivo y en directo, producto del ataque ruso, cerca de tres millones de personas huyeron de Ucrania. La cifra podría llegar a 5 millones en los próximos días. Huyen con lágrimas, miedo y el sufrimiento de dejar casa, amigos, trabajo, apegos, amores y tantas otras cosas. Europa vive la crisis de refugiados más grave desde la II guerra mundial.

Seguimos viendo imágenes que lastiman el alma, ataques que parecen ser evidencia suficiente para juzgar a los responsables por crímenes de guerra.

Miedo, depresión y estrés postraumático son algunas de las heridas psicológicas de los refugiados, muchos los llevarán de por vida. Los niños están entre los más golpeados.

Treinta días y no cesa la agresión putinesca ni el llanto en Ucrania, las madres continúan enterrando a sus hijos y entre sollozos dicen: duerme mi pequeño, descansa hijo mío, dulces sueños hallará tu alma que no teme a la terrible oscuridad y al ruido implacable de las armas genocidas.

Junto a las blancas mantas que cubren los cuerpos de cientos de hermanos ucranianos, se encuentran centenares de huérfanos que suplican que manos bondadosas los ayuden; sufren hambre y frío. Viudas trémulas de miedo deambulan entre los escombros de lo que fueron sus hogares.

Ante la magnitud de la tragedia, y mirando hacia atrás Kiev, Jarkov, Berdianks, Energobar y otras ciudades de Ucrania, que se encuentran aún veladas por el humo de los tanques y mísiles rusos. La población civil se interna en los campos de Ucrania, escuchando el llanto de su devastado país, asciende a las colinas sobre las que la naturaleza había desplegado sus atractivas galas; en el camino meditan sobre el futuro de su país usurpado, y agredido por las fuerzas de la ambición y la codicia; y siente que sus vidas están identificadas con la lucha y el sufrimiento, pues prefieren morir de pie que vivir de rodillas.

Los seres humanos llegan a destruirse por cosa mundanas; aprendamos a buscar y a abrazar la antorcha del amor para purificarnos en su fuego y alejar la inhumanidad de nuestros corazones.

La naturaleza sonríe en primavera, ríe en verano; pero ahora llora en Ucrania; y con sus lágrimas humedece la vida oculta en sus entrañas. (O)