Florecieron los maizales

Tito Astudillo y A.

Corrido marzo y entrando al mes de las grandes lluvias- abril aguas mil- el paisaje rural es un mosaico de colores y los maizales en flor la estrella de la corona; esbeltos de tallo, frondosas sus hojas, pródigos sus choclos y acuarelas sus tuctus (flor masculina o superior), irreverentes al sol o a la lluvia, armoniosos al viento que les columpian en el espacio verde-azul de suelo y cielo, entre garúa, niebla o granizo. Son una delicia para la vista e inagotable para los recuerdos de vivencias, lecturas, arte, artesanías y gastronomía cotidiana, festiva y ritual.

Y hablando del maíz y su trascendencia en la historia de los pueblos que nos antecedieron en esta geografía andina, cómo no recordar a Hernán Loyola Vintimilla y sus saberes de Cosmovisión Andina, solsticios y equinoccios, -como es arriba es abajo-, la relación del cielo sus estrellas y constelaciones con el ciclo agrario de los pueblos andinos y, en el caso específico de la chakra, la relación directa del  caminar anual de las Pléyades en el cielo regional y su correspondencia con la siembra, aporque, crecimiento, fecundación, producción y cosecha del maíz, estudiados desde su observatorio natural de Pumapungo.  Las Pléyades, Kullca en el lenguaje de los amautas, como en el antiguo Perú, es la constelación referente del cultivo de la chakra en Tumipampa, invitaba a observar. En marzo y abril su presencia en la noche andina coincide con el inicio de la producción y abundancia de los granos tiernos del maíz.

Los maizales en flor son parte de nuestro imaginario a manera de un inventario de júbilo que evoca la tradición de los ancestros; preparación de la tierra y las semillas; mingas para las aradas y siembra, para el aporque y la recolección de los choclos y las chumaladas; las cosechas, el juego de las mishas y las parvas. Toda una cultura en concordancia con el saber amauta -cómo es arriba es abajo-, cuando la Kullca aparece grande en el cielo, el año será abundante de Maíz. (O)