Chordeleg, cuna de los artesanos y fábricas de calzado

Germán Castillo, de 80 años de edad, mantiene su taller artesanal de zapatos en el sector Llaver, de Chordeleg. BPR

La pandemia golpeó la actividad, pero los negocios persisten.

Los habitantes de los sectores Llaver y Las Colinas, del cantón Chordeleg, mantienen a sus familias de la confección de zapatos. Lo hacen en decenas de talleres y fábricas que ocupan viviendas ubicadas entre calles de asfalto y lastre.

El calzado junto a la joyería, que se caracteriza por la técnica de la filigrana, son las principales fuentes de ingresos económicos de este cantón, ubicado en la zona oriental de la provincia del Azuay. 

El oficio sintió el golpe económico de más de dos años de la pandemia de la COVID-19. Sin embargo, los artesanos del calzado están firmes con sus espacios de trabajo que se diferencian unos de otros por la inversión económica.

Tradición

Germán Castillo, de 80 años de edad, trabaja en su vivienda ubicada en el redondel al ingreso de la cabecera cantonal de Chordeleg, en el sector Llaver. En un cuarto estrecho de la primera planta del inmueble funciona desde hace más de 40 años su taller.

Cortes de cuero, cuchillos y hormas se observan sobre una mesa de madera deteriorada por los años. Germán labora en este espacio desde antes de las 06:00, sin importar el frío cuando se trata de cumplir con sus clientes.

Aprendió el oficio a los 15 años de edad de manos de un artesano de Gualaceo. El primer par de zapatos que confeccionó fue de hombre con planta de caucho que le tomó un día.

Mientras escucha un poco de música, especialmente boleros, asegura que no cambiará por nada el trabajo artesanal en la elaboración de zapatos. Sus manos, un poco ásperas y con cortes, prueban estas palabras.

Le apasiona confeccionar botas, que es su especialidad. Sueña que pronto regresen sus dos hijos, Marcos y Santiago, de los Estados Unidos (EE.UU.) para trabajar juntos en el calzado. 

El barrio Las Colinas es el bastión del calzado de Chordeleg. Una vía de lastre de aproximadamente un kilómetro, que se encuentra en malas condiciones por el invierno y que pronto será intervenida, conduce a más de 30 talleres y fábricas.

Los moradores trabajan en el interior de sus casas que han sido acondicionadas para el oficio. En vez de muebles de sala y comedores tienen máquinas, mesas repletas de láminas de cuero y otros insumos necesarios para confeccionar los zapatos.

Abraham Montenegro, de 55 años de edad, regresó desde hace más de una década de los EE.UU. para implementar su taller en su hogar, trabajar y vivir tranquilo con su esposa Cristina Villa, de 53 años.

Abraham Montenegro regresó de Estados Unidos para dedicarse a la zapatería. BPR

Abraham aprendió el arte del calzado, así como la joyería cuando era adolescente. Trabajó primero como joyero, siendo víctima del robo de su negocio por lo que viajó al extranjero para cubrir las deudas en los bancos.

En su regreso optó por el calzado. Se capacitó en el taller de su cuñado con el propósito de recordar las técnicas, así como aprender las nuevas tendencias del calzado.

“La pandemia nos afectó. Ni 80 pares de zapatos confeccionamos de los cerca de 120 o quizás más que fabricábamos a la semana, pero vivo tranquilo sin la necesidad de estar en otro país trabajando en la construcción u otras labores”. Esas fueron las palabras de Abraham, quien vende sus zapatos en Gualaceo, Gualaquiza, El Pangui y Latacunga.

Superación

La familia Vásquez es propietaria de una de las principales fábricas de calzado en Chordeleg.

La familia Vásquez tiene una de las fábricas más importantes del cantón. BPR

Su propietario Jorge Vásquez, de 59 años de edad, aprendió el oficio cuando apenas tenía 12 años, debido a la necesidad de ayudar a su madre que tejía sombreros de paja toquilla después de la muerte de su padre.

A los 20 años, y tras su paso por el cuartel, viajó a Ambato para trabajar en una fábrica que recién abría sus puertas. Su talento hizo que un comprador confié en él para prestarle dinero con el propósito que inicie su taller.

Jorge trabajó duró desde entonces para convertir su taller en una fábrica. Con el tiempo adquirió una serie de equipos tecnológicos que están valorados en unos 200 mil dólares para confeccionar diariamente centenas de zapatos que recorren el país.

Detrás de cada par de zapatos está el esfuerzo, las alegrías y tristezas de quienes no miran el reloj cuando se trata de cumplir con una obra para un cliente. La creatividad de los artesanos de Chordeleg se demuestra en cada uno de los modelos que confeccionan. (BPR)-(I)

DETALLE

Chordeleg está de fiesta al celebrar 30 años de cantonización. Sus autoridades han preparado una amplia agenda con la participación de las comunidades.