¿Sorpresa?

Eduardo Sánchez Sánchez

El país vive día a día entre sustos, pugnas y la crónica de una liberación anunciada.  Dimes y diretes, imposible alcanzar consensos a nivel de la Asamblea, en donde prevalecen intereses de grupo antes que nacionales, broncas y hasta vulgares actos que se traducen en un freno a lo deseado por los electores, en este sistema de elemental democracia, carente de ideologías, saturada de improvisaciones, ajena al respeto por la sociedad, distanciada del desempleo y angustia de las mayorías, en un Ecuador saturado de la turbulencia de mafias que se tomaron el País. Desasosiego y constante preocupación saturan el vivir general de los ecuatorianos, y muy particularmente cuando se han producido hechos reñidos con la Jurisprudencia, con la ética y moral y con el respeto que se merecen los ecuatorianos, que confían en el accionar de sus autoridades. Pero, cuando esa confianza es traicionada entre gallos y medias noches, se cae el castillo de naipes como ocurrió con la entrega del habeas corpus al ex vicepresidente Glas, que cumplía condena en Latacunga, pero lo trataron en Manglaralto, y el juez Moscoso C,  un cercano al correismo y con dos pedidos; uno de suspensión y  otro de destitución por su accionar, en tiempo record de 2 horas  en audiencia a la madrugada, firmada no por el juez sino por el secretario de la unidad judicial.

Se pierde la confianza en quienes fungen de autoridades y desprestigian su probidad y tendrán que sujetarse a futuro a la voluntad de quienes en teoría fueron sus enemigos y sin dejar de serlo, están tras bastidores emitiendo órdenes que conducen a la impunidad, a la miseria moral y al descontento popular, que generó el rechazo colectivo. Inicia así una nueva canonización para un ecuatoriano, libre de pecado, de manos limpias y corazones ardientes, que salió con pelo, aretes y sonrisas publicitarias y de sorpresa. (O)