Mascarillas y la salud

La decisión del gobierno de eliminar el uso obligatorio de la mascarilla en espacios abiertos y cerrados, no ha sido asimilada del todo bien por una parte de los ecuatorianos.

Lanzada medio con tiente político, la resolución fue tomada porque la pandemia está bajo control en todo el territorio y, por consiguiente, los contagios por Covid-19 son mínimos. Esta es la tesis oficial en base a los informes epidemiológicos mostrados por el Ministerio de Salud Pública.

Las excepciones, como lo señaló el COE nacional, rigen para los centros y establecimientos de salud, para personas con sintomatología respiratoria, sea en espacios cerrados o abiertos; e igual en el transporte público, en las aulas y en los espacios laborales.

¿Cómo mismo? En tanto el presidente Guillermo Lasso generalizó el fin del uso de la mascarilla, el COE emitió luego las referidas excepciones.

En ciudades como Quito y Cuenca, donde rigen ordenanzas municipales aprobadas para obligar el uso de ese medio de protección –acaso el único y efectivo- sus respectivos Concejos Cantonales resolverán lo pertinente. El de la capital, en medio de polémicas, acordó acatar la decisión gubernamental.

Corresponde a los ciudadanos decidir. De hecho, muchos seguirán usando la mascarilla; pues el virus sigue vigente aquí y en todo el mundo. ¿Cómo explicar, por ejemplo, los rebrotes en grandes ciudades de la China, donde sus habitantes fueron obligados a confinarse?

La Organización Mundial de la Salud todavía no declara a la enfermedad en fase endémica; y por algo ha de ser.

Otros países de la región también tomaron medidas similares a las de Ecuador, si bien resta saber los resultados.

En el caso ecuatoriano, la vacunación –un mérito del gobierno, nadie lo duda- ha sido determinante para controlar la pandemia y empujar la reactivación.

Vale insistir: cada individuo decidirá si sigue usando la mascarilla sin importar los lugares donde esté. Para salvaguardar la vida, no solo la propia sino la de los demás, todo vale.