Mamás “de armas tomar”

La entrega y el sacrificio que una madre realiza por sus hijos es quizás una de las muestras de amor más sublimes que existen en la humanidad. Cuatro historias de vida resumen este eterno y puro sentimiento. Una guardia ciudadana, una guardia de seguridad privada, una militar y una policía dedican tiempo a sus familias sin sacrificar sus arduos trabajos en donde muchas veces ponen en riesgo su propia vida.

En el tiempo libre, Ana se dedica a jugar con sus hijas Emilia y Angélica.

La labor que hoy en día cumplen las madres en diferentes ámbitos de la sociedad es fundamental, pues actualmente dominan todos los campos, incluido el de la seguridad, arriesgando muchas veces su propia vida, a tal punto que todos los días salen de casa sin saber si regresarán sanas y salvas para volver a encontrarse una vez más con sus hijos. Cuatro mujeres uniformadas cuentan sus historias.

Ana lleva puestas botas de valor


Sus botas brillan como si fueran un espejo, a tal punto que en ellas se puede reflejar el rostro de esposa y madre de Ana Criollo, quien labora en la Guardia Ciudadana (Policía Municipal) desde hace ocho años, motivada por la vocación de servir a los demás.
Su vida no es nada fácil, más aún cuando tienen que atender a sus dos hijas: Emilia y Angélica García, de 2 y 10 años, respectivamente, para luego salir de casa y librar una lucha permanente contra la delincuencia. Nada fuera posible sin el apoyo de su esposo Miguel García, y su madre Rosa Marca.
Todos los días se levanta a las 05:30 para preparar el desayuno. Si está de turno se alista para dirigirse a una nueva jornada laboral, pues trabaja en turnos rotativos, que incluyen amanecidas.
Labora 10 días seguidos, descansa cuatro, por lo que hoy tendrá que celebrar el Día de la Madre trabajando.
Ana, quien se estrenó como madre a los 18 años, recuerda que un ladrón intentó agredirla una vez cuando junto a su compañera cumplía sus funciones en el mercado 27 de Febrero, “viendo que somos dos mujeres”, pero nunca se imaginó que ellas sabían de defensa personal gracias a las constantes capacitaciones.
“Llevamos una vida de locos porque prácticamente no descansamos, pero ese rol de madre nos motiva a luchar el día a día por nuestros hijos”, sostiene la guardia municipal que se encuentra a dos ciclos de egresar de derecho en la Universidad Técnica Particular de Loja.

LA FRASE:

“Las botas forman parte de mí. Cuando estoy franco me cuesta volver a ponerme tacos o zapatos casuales… Felicito a todas las madres, principalmente a las compañeras uniformadas que día a día nos ponemos las botas de valor y responsabilidad para servir a la comunidad”.

Sara se para firme ante la vida

Ayudaba a hacer pan en horno de leña; piqueaba y deshierbaba; laboraba en abacerías, depósitos de cola y fábricas de chompas. Inclusive llegó a trabajar en carpintería y hasta albañilería.

Sara Domínguez tiene 50 años y antes de ser guardia de seguridad privada, tuvo que aprender diferentes oficios, después de que su esposo la abandonó.

Detrás del chaleco antibalas, ese gris uniforme y la pistola que porta, se esconde una madre incondicional que gracias a su valentía ha sabido sacar adelante a su hija Marianela, quien estudia psicología clínica en la Universidad Católica.

Sara Domínguez, guardia de seguridad privada, junto a su hija Marianela.

Reconoce que el camino recorrido fue duro, pero siempre tuvo el apoyo de su madre, quien cuidaba de su retoño cuando ella salía a trabajar, principalmente en los turnos de las noches.

La ama de casa madruga todos los días antes de las 05:00 para hacer el desayuno. Luego se encomienda a Dios y camina para tomar el bus.

Vive en la parroquia rural de Paccha, lugar donde prácticamente nació su afición por las armas cuando uno de sus tíos que acostumbraba cazar aves en este sector le prestó una carabina, pero nunca imaginó que al disparar iba a perder el equilibrio y caer repentinamente. “Ahí aprendí que debo pararme duro porque esta armas ‘patean’ duro”, sostiene entre risas.

Sara también contó que su sueño era ser militar, pero lamentablemente en esa época no había cabida en el Ejército para mujeres.

La guardia de seguridad privada tiene previsto pasar en casa el Día de las Madres junto con su hija, quien es su “tesoro más preciado”.

LA FRASE:
“Estaba sola en la vida, no tenía nada, pero sabía que mi hija me necesitaba. La vida no es difícil cuando uno trabaja con amor y mucha responsabilidad. Muchas veces renegamos, pero recuerde que Dios aprieta pero no ahorca”.

Alejandra y su disciplina de capitán

La disciplina de Alejandra Arteaga, capitán de material de guerra del Ejército Ecuatoriano, es evidente a primera vista.

Su traje militar inspira mucha admiración y respeto en la sociedad, pero principalmente entre sus dos pequeños hijos: Romina Alejandra, quien tiene 6 años de edad, y Martín Alejandro, de 10.

Las insignias militares que constan en su camuflaje de “Tigre” y “Selva”, contrarrestan con el amor y la dulzura típica de mamá que demuestra cuando llega a casa después de una larga y cansada jornada.

Alejandra Arteaga aprovecha al máximo el tiempo libre con sus hijos: Romina Alejandra y Martín Alejandro.

Lleva 12 años de servicio en esta noble institución. Nació en Riobamba, pero vive en Cuenca junto a su familia desde hace ocho meses.

Su esposo es Juan Francisco Acosta, mayor de material de guerra, con quien siempre trata de “equilibrar las tareas del hogar” e inculcan a sus hijos “responsabilidad y hasta cierto punto independencia para poder cumplir al ciento por ciento con nuestra carga laboral”.

Alejandra tiene 34 años de edad, comparte que ser madre y militar a la vez es difícil por los tiempos que demandan ambas actividades. El Día de las Madres será algo especial, pues no sabe si podrá disfrutarlo en familia porque dice estar siempre presta para cumplir la misión que le encomienden dentro de la institución.

“La vida nos presenta muchos retos y situaciones que nos permiten crecer como personas y profesionalmente, no hay malos momentos sino experiencias que nos hacen ser mejores seres humanos día a día”.

LA FRASE:

“Estoy en mi profesión por convicción porque es lo que a mí me gusta. Nuestra profesión demanda de mucho tiempo, sin embargo, creo que lo más importante es sentirse querida y apoyada en el hogar y eso lo tengo todos los días”.

Karla, la policía que se maneja en derecho

Por amor a su hija Kerly Rubio, de 8 años, aprendió a manejar moto. Hoy en día forma parte del Grupo de Operaciones Motorizadas (GOM).

Cuando Karla Jiménez se graduó de Policía Nacional decidió formar parte de esta tropa, a pesar de no haber montado nunca antes una motocicleta.

Sin embargo, desde niña sentía una admiración por los uniformados, y “dando gracias a Dios” pudo cumplir su sueño, a pesar de las dificultades que se le presentaron en el camino, ya que en el colegio quedó embarazada.

Fue madre a los 18 años (hoy tiene 26) cuando cursaba el último año del colegio Bernardo Valdivieso, de Loja. Está en Cuenca casi cinco años, tiempo en el cual se ha acostumbrado a esta plaza de trabajo.

Karla Jiménez es madre de Kerly Rubio, quien fue su inspiración para ingresar al GOM.

La estudiante de derecho en la UTPL sostiene que manejar una motocicleta implica “mucha responsabilidad”. Dice manejar siempre a la defensiva porque pueden encontrarse con conductores agresivos que no respetan las sirenas policiales cuando les toca ir en persecuciones.

En una ocasión persiguió un vehículo que intentó darse a la fuga. Los ocupantes se bajaron del automotor y al verse acorralados en un callejón fingiendo con sus manos que tienen armas. “Fue algo irresponsable de los ciudadanos, pero dando gracias a Dios no pasó nada, era solamente una persona en estado de embriaguez, aunque yo pensé lo peor”.

Ser policía y madre es una labor sacrificada, pues se levanta a las 05:30 para preparar el desayuno y el refrigerio de su hija, que solo la vuelve a ver en horas del almuerzo, pues le deja a cargo de una persona de confianza porque tiene que seguir presentando sus servicios hasta las 21:00.

LA FRASE:

“Es sacrificado ser madre y policía a la vez porque hay fechas especiales que nos ausentamos y los niños tienen que ir solos por motivo de nuestros trabajos. Envío un saludo para todas las mamitas en este día”.

Por. José Mosquera Baca
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Fotos: Xavier Caivinagua Astudillo
El Mercurio-Cuenca