Mala memoria

Andrés Martínez Moscoso @andresmartmos

Escribir esta columna desde un país fronterizo donde se desarrolla la guerra contra Ucrania, no es tarea fácil, sobre todo al momento de ser objetivo y la obligación de recordar los efectos adversos que estos acontecimientos bélicos producen de manera especial a la población civil.

Por asuntos académicos, resido en Cracovia, segunda ciudad de Polonia y Patrimonio de la Humanidad, y que, durante la II Guerra Mundial fue escenario de lamentables acontecimientos de la historia moderna, pues fue la residencia del abogado nazi Hans Frank, quien fue designado como gobernador de estos territorios.

No se puede olvidar que aquí se asentaron los campos de concentración y exterminio de Auschwitz-Birkenau. Las estadísticas recuerdan que entre 1940 y 1945, el régimen nazi deportó al menos 1.300.000 personas a estos campos, entre los que destacan: 1.100.000 judíos, 140.000 a 150.000 polacos, 23.000 gitanos (romanís), 15.000 prisioneros de guerra, y 25.000 prisioneros o personas que pertenecían a otros grupos étnicos. De los cuales, sobrevivieron menos del 10 %.

Si bien es cierto, la humanidad realizó todos los esfuerzos una vez terminada la II Guerra Mundial para generar la institucionalidad adecuada para que este tipo de situaciones no se repitan, y así garantizar la paz y la seguridad internacional, a través de Naciones Unidas, así como con la evolución de ramas del derecho que brindan soporte para evitar la impunidad y encontrar a los responsables de estas atrocidades, como el Derecho Internacional Humanitario, y el Derecho Penal Internacional, es lamentable ver en las callas polacas a los miles de refugiados ucranianos quienes piden paz, y denuncian los crímenes de guerra ocurridos en los últimos meses.

Organismos internacionales como la OTAN, la Unión Europea, el Consejo de Europa, entre otros, fueron creados precisamente para fortalecer la unidad en el continente, y de esta manera evitar que episodios violentos como los de mediados del siglo XX se repitan.

Sin embargo, aún no somos capaces de medir sus consecuencias, y tan solo cuando existen repercusiones económicas (precio de los combustibles, aceite, materias primas, etc.), intentamos dimensionar lo grave de la agresión que vive Ucrania por parte de la Federación Rusa.

En estos tiempos, bien vale recordar la frase atribuida a Paúl Preston: “Quien no conoce su historia, está condenado a repetir sus errores”. (O)