Comunión de espíritus

Hernán Abad Rodas

La vida sin amor y sin gratos recuerdos es como un árbol sin flores ni frutos; y el amor sin belleza espiritual es como una flor sin perfume o un fruto sin semilla… La vida, el amor y la belleza son como tres personas en una, que no pueden separarse ni cambiar.

Junio, mes dedicado al padre, las meditaciones, los recuerdos y pensamientos acuden congregándose en mi alma, frente a mí se aglomeran los espectros de mis noches lejanas de niño, disipándose después como las nubes en el horizonte que el viento desmadeja y las deposita en los rincones de mi aposento.

Entre el mundo espiritual y el material existe un sendero que recorremos como si estuviéramos adormecidos por el sueño. Si no existiera este sendero entre nuestras vidas y las de aquellos que nos han dejado, no habría existido jamás profeta, poeta, ni sabio.

Han transcurrido 30 años desde que mi padre y amigo regresó al seno de la madre tierra, a devolver los elementos que le fueron prestados de ella.

Querido papá, deseo que hayas encontrado la paz, en tu corazón y en tu alma. Desearía saber cómo estás y en dónde estás. ¿Estás en el bosque de tus sueños o en la cúspide de tus pensamientos?, ¿Te hallas en la cima de aquella montaña donde todos los sueños se plasman en una visión y los pensamientos en una sola ambición?

Tú muerte me afectó profundamente, pero vivo contigo en comunión de espíritus; sé que has alcanzado tu meta y que has trascendido los motivos de mi lamento, sé todo esto; y aun así es curioso que ese conocimiento no pueda aliviar mi aflicción, ¿cuál será el significado de esta aflicción?, poseías esperanzas y querías hacerlas realidad, tu caudal de sueños era igual al de cada uno de tus hijos. ¿Acaso hay algo en tu partida, que me provoca esta profunda tristeza, que hace verter lágrimas de mi corazón?

Padre, he estado soñando mucho tiempo con una cabaña, un pequeño jardín y un manantial; ¿Qué te diré acerca de mis vicisitudes? Cuando era niño junto a ti, vivía en paz y tranquilidad, pero hoy éstas se han convertido en clamor, frente a tanta mentira, autoritarismo, corrupción y falsedad; y mi paz en lucha. Llegará el día en que partiré para unirme a ti.

He pasado algunos días escribiendo estas letras, y al hacerlo, me he sentido como una nube, en la que está mi soledad, mi hambre y mi sed, pero al recordar el eco de tu voz, siento que somos dos, sí, dos nubes que cubrimos las montañas y los valles, que caminamos entre y por encima de los árboles, envolvemos las altas rocas, penetramos en el corazón de la raza humana y desciframos sus misterios.

La muerte nos arrebata en contacto de lo físico, pero no la consciencia de lo bueno. Para el hijo de la tierra la muerte es el final, para el alma es el comienzo, es el triunfo de la vida. (O)