Comedia en clave de farsa reflexiona en Ecuador sobre sida, sociedad y muerte

Ecuador a reflexionar sobre el sida, la homosexualidad, la familia, la amistad y la muerte en una sociedad en la que, pese al avance en el respeto a la libertad y la diversidad sexual, los prejuicios siguen enquistados. EFE/KARLA SÁNCHEZ

 «Una visita inoportuna», una comedia en clave de farsa, invita en Ecuador a reflexionar sobre el sida, la homosexualidad, la familia, la amistad y la muerte en una sociedad en la que, pese al avance en el respeto a la libertad y la diversidad sexual, los prejuicios siguen enquistados.

Se trata de una obra autobiográfica, un clásico del dramaturgo argentino Copi, en la que Cirilo, una vedette del teatro parisino, aprovecha el segundo aniversario de su enfermedad para celebrar el último día de su vida.

En el hospital, se unen al acontecimiento personajes dignos del universo extravagante de Copi: una enfermera que engaña a su marido, un doctor que practica lobotomías por hobby, Huberto, seguidor devoto de Cirilo; y un periodista que ha llegado a entrevistarlo, pero que no hace una sola pregunta.

También está Regina Morti, cantante de ópera obsesionada con Cirilo, quien sufre del rechazo constante de este, y que a lo largo de la obra deja ver su papel metafórico con relación a la muerte.

Será cada espectador el que determine, en el transcurso del espectáculo quién es la visita inoportuna, comentó a Efe la directora de la obra, Canela Córdoba, especializada en Francia en Investigación Teatral ligada a los estudios de género.

PREJUICIOS SE MANTIENEN

En la interpretación ecuatoriana de la obra, en el teatro «Patio de Comedias», participan actores con gran trayectoria como Alfredo Espinosa, Tannia Salas, José Pacheco, Diego Luna y Danielo Guamán, bajo la dirección de Córdoba, una joven promesa de 26 años.

Para Espinosa (que encarna a Cirilo), Copi denunció con su obra «haber sido víctima de un juicio moral, social, científico, religioso y periodístico brutal en contra de los homosexuales por el hecho del sida».

Ello a finales de los años 80, en una sociedad considerada de gran apertura como la francesa, lo que para Espinosa es «una demostración de la enorme ignorancia y estupidez humana, de la que el ser humano sigue haciendo gala en estos años».

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Y aunque Córdoba cree que las nuevas generaciones tienen una visión más respetuosa, reconoce que aún hay «muchas cuestiones que siguen siendo incomprendidas en nuestra sociedad, y más aún en nuestros países latinoamericanos».

Con sus obras, Copi se ríe de la «pseudo decencia» y lleva a las tablas varias reflexiones sobre el machismo, la industria de la medicina y el racismo, entre otros, según comenta Córdoba.

Mientras, Espinosa subraya que Copi nunca se queja del sida per se, pero denunció la persecución, el olvido y el abandono.

«De alguna manera se percibe que Copi tiene claro que el hecho de tener sida es algo absolutamente difícil de comprender para la sociedad», añade al recordar que en la obra tampoco se hace ninguna mención a la familia.

Pero «eso es como hoy en día, que la familia abandona a los ancianos, a los enfermos terminales, a todo aquel que no se ajusta a los patrones sociales», apunta Espinosa, para quien la denuncia de Copi es que «esta es una sociedad de mierda y en esta sociedad tenemos que aprender a ser felices».

CLAVE DE FARSA

La obra empieza con Cirilo, enfermo y bailando, expresando su libertad, y luego, con líneas de humor e ironía, se reduce la idea de la tragedia sobre la enfermedad, pese a que durante las cerca de dos horas de actuación sin descanso, se entiende que el personaje se desarma, va muriendo.

Respeto a la libertad y la diversidad sexual, los prejuicios siguen enquistados. EFE/KARLA SÁNCHEZ

«Pero no hay ninguna expresión directa de prejuicio en contra del sida. No aparece en escena ningún personaje que vulnere emocionalmente a Cirilo», dice Espinosa a Efe.

Pero, con la llegada de un médico al que le extraña que Cirilo no esté muerto, Copi denota -sin hacerlo expreso- «cómo los enfermos de sida no tenían ningún valor para las políticas gubernamentales de salud» en la época, explica.

Asimismo, el periodista que no hace preguntas representa «una crítica de Copi hacia el silencio de la prensa», comenta Córdoba, pues en la época los medios trataron al sida «casi como un castigo de la homosexualidad».

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Si bien es una obra que no tiene ahora el mismo impacto que pudo haber tenido en su época, toca temas que siguen siendo muy sensibles y que afectan a todos: la muerte, la enfermedad, el amor, la amistad, las clases sociales…en una comedia crítica en clave de farsa, de gran fuerza estética y significados tremendamente profundos. EFE(I)