Expertos vinculan olas de calor en Europa con cambios en corriente en chorro

El aumento de la frecuencia de las olas de calor en Europa está relacionado con los cambios de la corriente en chorro que sobrevuela la región euroasiática, según los resultados de un estudio que incluye datos estadísticos de los últimos 42 años.

Uno de los autores del estudio, el investigador Kai Kornhuber, de la Universidad de Columbia, explica a Efe que esta relación se debe a que las tormentas que proceden del Atlántico, que tienen un efecto de enfriamiento, se desvían hacia el norte durante los estados de doble chorro, favoreciendo el desarrollo de olas de calor en el continente.

«La velocidad del viento al norte y al sur de Europa aumenta, pero en el centro de este sistema de doble chorro, la velocidad es mucho menor, lo que amplifica la duración de las olas de calor», señala.

Las olas de calor en el continente europeo aumentaron entre tres y cuatro veces más rápido que en el resto de las latitudes medias del norte, como Estados Unidos o Canadá, según el estudio, publicado en «Nature» y en el que participaron entre otros expertos del Instituto Potsdam de Impacto Climático, cerca de Berlín, de la Universidad de Columbia (EE.UU.) y del Instituto de Oceanografía de Hamburgo (Alemania).

El equipo internacional de científicos examinó los datos de observación de los últimos 42 años y demostró, por primera vez, que el rápido aumento de la frecuencia de olas de calor en Europa está relacionado con cambios en la circulación atmosférica.

Los investigadores descubrieron que los vientos a gran escala que circulan sobre Eurasia, la llamada corriente en chorro, están cambiando y provocando que los periodos en los que esta corriente se divide en dos ramas, los llamados estados de doble chorro, se vuelvan más duraderos.

Estos estados de doble chorro están relacionados con casi toda la tendencia al alza de las olas de calor en Europa occidental, y alrededor del 30 % en el ámbito europeo más amplio.

La corriente en chorro es una masa de aire de flujo rápido que viaja de oeste a este alrededor del hemisferio norte a unos 10 kilómetros de altura y que a veces se divide en dos chorros de viento que fluyen una sobre el sur y otra sobre el norte de Eurasia.

Los científicos se dieron cuenta de que, aunque el número de eventos de doble chorro por año no cambió mucho, estos se hicieron más largos y persistentes durante el periodo estudiado.

Aunque las olas de calor en verano no son un fenómeno nuevo, la frecuencia e intensidad de estos eventos extremos creció en los últimos años, especialmente en 2018, 2019 y 2020, y, por supuesto, con la actual ola de calor en Europa que ha llevado a países como el Reino Unido a alcanzar por primera vez los 40 grados.

«Esta tendencia está mucho más allá de lo que podríamos esperar del cambio climático por sí solo. Es importante decir que los principales factores que contribuyen al aumento de la frecuencia de las olas de calor son las emisiones de gases de efecto invernadero y el calentamiento de la atmósfera», asegura Kornhuber.

«El aumento de esta tendencia más allá de estos efectos lo relacionamos con el aumento de los patrones de doble corriente sobre Europa, que sería un efecto añadido que actúa sobre esta tendencia esperada por las dinámicas del efecto calentamiento», agrega.

Los chorros dobles se producen por diversas razones, como la variabilidad caótica de la atmósfera, pero ¿qué es lo que hace que estos episodios sean más persistentes?

Kornhuber afirma que una posible explicación que los investigadores proponen para este fenómeno tiene en cuenta varios factores: «Uno es que la circulación atmosférica en verano se está ralentizando en el hemisferio norte, probablemente debido a la reducción de la gradiente de temperatura entre el Polo Norte y el Ecuador».

«Otro factor es que la tierra se está calentando más rápido que el océano, por lo que el contraste entre Eurasia y el Océano Ártico, que también se está calentando, pero más despacio, está aumentando. Y este gradiente local aumentado amplifica la corriente polar, que es parte de ese sistema de doble corriente», añade.

De cualquier manera, el investigador se muestra preocupado por el futuro de las olas de calor en Europa: «Hay que tener en cuenta que estamos realmente en un año de La Niña, en el que las temperaturas suelen ser más bajas que en los años de El Niño, por lo que es verdaderamente preocupante».

«Todo depende de nuestras decisiones. Si decidimos seguir emitiendo gases de efecto invernadero, tendremos que esperar un tiempo todavía más extremo del que estamos viviendo. Es una tendencia que no parará si no actuamos», concluye. EFE

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