Las groserías de los políticos

Jorge L. Durán F.

Nada más grosera la actitud de un político o aprendiz de político, que pasarse de listo y asomar como tal, fingiendo, aparentando ser oveja, haciendo lo que nunca hizo, vistiendo lo que jamás en su vida osó vestir; organizando teatros para ser actores, auspiciantes y asistentes a la vez; subiéndose a la camioneta cuyo chofer ganó un torneo de cintas, o siendo buen samaritano a cambio de algo.

Dirán que eso no es nuevo. De acuerdo. Pero ya es hora de que no nos sigan tomando el pelo, creyéndonos un país, una provincia, una ciudad de pendejos.

Que una dama, seguramente para medir cómo va el termómetro de su pretensión electoral, asome por ahí asando cuyes entre señoras que lucen sus polleras y toda su vida se pasan en sus fogones, raya en el colmo de la ridiculez.

Que alguien que a “troche y moche” quiere ser reelecto, fanfarronee su vanidad con amplios fondos para dar una rueda de prensa, con acólitos de por medio; disponga colocar letreros con su nombre aun donde se construye un alero para palomas; u organice una reunión para convocar a los necesitados de aplausos, de verdad que es indignante.

Que un ciudadano, no importa quién sea, haya hecho una labor humanitaria y se “ha hecho querer”, ahora pretenda, sea por iniciativa propia o por los cantos de sirena de un cuantos “limpia hombros”, pedir votos, resulta ¿risible?, ¿oportunismo?, ¿nos quiere decir que es falso aquello de que lo que hace la mano derecha no debe saberlo la izquierda?

Pero también es grosería la de aquellos que habiendo sido depuestos por haber cometido irregularidades pretendan volver a ser candidatos; y es peor la de los movimientos que los auspician. Bueno, entre marranos se entienden.

Lo es también la de aquellos que, sabiendo de su fracaso, su inutilidad, su estulticia, buscan la reelección; como igual lo es la de los movimientos políticos que, medrando del voto popular, los han convertido en agencias de empleo para agnados y cognados, que hasta son reciclables.

Si no es grosería eso de decir si no soy candidato para alcalde o prefecto no cuenten conmigo ni con mi organización política de la que soy su gerente propietario, entonces ¿Qué es?

O la de quienes, que habiendo asumido el papel de avestruces frente a los grandes problemas locales o nacionales, ahora sacan la cabeza, atizan las alas y muestran el pecho, queriendo alzarse con algún poder popular.

Nunca la política ha sido un juego limpio, si bien en sí misma, como concepto, lo es. Está llena de tales groserías y de groseros, dignos de echarlos a latigazos como Cristo echó del templo de su Padre a los mercaderes. (O)