Los cínicos no sirven para políticos

Jorge L. Durán F.

Cínico: quien actúa en contra de sus principios éticos y alardea de su forma de proceder.

Cinismo: doctrina de los cínicos. Desvergüenza en defender o practicar acciones o doctrinas vituperables.

Perdón al legendario periodista Ryszard Kapuscinski por tomar parcialmente el título de su libro “Los cínicos no sirven para este oficio”.

En él, Kapuscinski reflexionaba sobre el papel del periodista, de su comportamiento ético a toda prueba. “Nuestra profesión no puede ser ejercida correctamente por nadie que sea cínico”, decía. No hacen falta más explicaciones.

Si esa especie de sentencia se aplicara al ejercicio de la política en Ecuador, concluiremos que está desbordada por los cínicos. Las excepciones son como oasis en un desierto.

El cinismo es la cara y sello de tantos fanfarrones, oportunistas, desvergonzados, saltimbanquis, parodia de payasos, invertebrados ideológicamente, intelectualmente inválidos; sin autoestima cuando menos para sentir algo de pudor, peor para entender el rechazo popular del que ya fueron objeto, del que lo son, o hacerse a un lado porque ya están más allá que acá.

La nefasta ley, a pretexto de derechos de participación, les permite de todo: desde inventarse movimientos con nombres vacíos que denigran la semántica, hasta mezclarse entre ellos, demostrando que sí es posible juntar lavazas con veneno.

Lo peor: entre ellos se olvidan si ayer se dijeron hasta “velaverde”; les da opción a postularse por el movimiento que un día denostaron; a venderse al mejor financista de campañas que a todo apuesta a cambio de tajadas y mordidas; a ofrecerse para que tal o cual partido o movimiento no desaparezca; a cobijarse en cualquier carpa politiquera, pues de pronto gana y…

Son las alianzas del cinismo político en busca del poder en alcaldías, concejos cantonales, prefecturas, juntas parroquiales, y en esa lagartera que es el Consejo de Participación Ciudadana.

Sí señor. Los cínicos están de moda; o vuelven a estarlo. Ellos saben que lo son, que así los consideran, pero les resbala. Es que eso el cinismo.

El cínico político es resistente, melodramático, necio, ríe para aparentar. Viste bien o según la ocasión. Baila, ni se diga ahora por redes sociales. Abraza, besa, canta, bebe; no le importa haber estado olímpicamente mudo e indolente cuatro años; discursea, cotorrea. Si está en el poder quiere seguir, pues ya está contagiado por sus mieles, ni se diga si ya lo estuvo. Lo añora.

Si señor: los cínicos no sirven para la política, pero están. Mientras estén, o los permitamos, seguirán en su “cinireino”.

Dignificar la política con ellos, imposible. ¿O sí? (O)