Sección de Autoayuda

Andrés F. Ugalde Vázquez

Suena el despertador. Arturo se despereza y sale lentamente de la cama. Un duchazo rápido y el desayuno frugal mientras la mente, siniestra, comienza a repasar los pendientes de la jornada. La oficina, unas cuantas horas y llegar nuevamente a casa, mirar el televisor, dormir y luego, nuevamente, el despertador…

Y de pronto una suerte de agotamiento oscuro e indefinible ¿Es esto la vida? ¿esto? ¿En serio? Un nudo en el estómago, el atávico recuerdo que le hace buscar un viejo crucifico que tenía guardado en un cajón. Una oración sin ganas, sin respuestas… ¿Y luego? Luego la nada, el vacío, el bostezo existencial. Será entonces cuando Arturo, cansado y desorientado, pasará un día frente a una librería. Entrará como quien no quiere la cosa y terminará frente a la sección de “Autoayuda”, una suerte de supermercado de respuestas prefabricadas para la vida.

Relatos empalagosos y con formatos sugestivos (y aplica también para series y documentales) del tipo: “¡Bienvenido al Club!” (¿pertenezco a un Club?) y un largo abanico de títulos que suenan más o menos como “Guía para la Grandeza” o “Todo es Posible”. Luego, siempre por debajo de las 200 páginas, un resumen en siete puntos de los treinta y cinco siglos de sabiduría oriental, un texto para volverse millonario y otro que dice: “Sobrevivir al Divorcio”. Ya, de acuerdo, el asunto vende. Es tentador.

Sin embargo, si mi modesta opinión contribuye, le sugiero mirar, también, los otros estantes, los abandonados, allí donde descansan, sin mucha publicidad, las obras que enseñan a pensar y despiertan la fantasía. Borges, Neruda, Saramago, Nietzche, Eco o Adoum, obras oscuras, tortuosas y sin final feliz. Maravillosas. Allí donde el mensaje se esconde entre líneas y espera, paciente, por las inteligencias más sensibles.

¿Y las recetas rápidas para la vida?  Pues, a lo más, puedo contarle que yo, al menos, no creo en las recetas y mis problemas los resuelvo arremangándome la camisa y dando la cara. ¿Y los problemas de los demás? Pues son de los demás. Y es sucede que no todos podemos ir por la vida repartiendo soluciones y diciéndole al resto lo que tiene que hacer. Algunos no sabemos… (O)