EL IESS…

Francisco Chérrez

Sabemos que los fondos del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social son sagrados, y que nadie, por más prepotencia de la que se crea investido, lo puede tocar. Somos conscientes que desde hace muchos años atrás, el IESS se convirtió en caja “chica” de los gobiernos de turno, específicamente durante el gobierno de la “década ganada”; cuyos “célebres” directores del Seguro Social, abusaron de la solvencia económica de esta entidad, comprometiéndole en negocios como la compra de bonos del Estado, y promoviendo sin ningún estudio de factibilidad, la atención médica gratuita a centenares de miles de hijos de los afiliados; amén de otros negocios “turbios” que se encuentran en investigación. La desfachatez alcanzó el clímax, cuando uno de estos directores llegó a declarar públicamente: “En el año 2012, el presidente Correa llegó a pagar toda la deuda del Estado al IESS, ahora el Estado no le debe un solo centavo a esta Institución”. Pero que descaro y cinismo de uno de estos 3 ilustres personajes, de la época de “las mentes lúcidas, manos limpias y  corazones ardientes”. Hoy, el uno anda campante en el país y los otros dos, como  delincuentes prófugos de la justicia, gastan el dinero mal habido en Perú e Italia. Muchos de los que fueron nombrados por estos tres personajes, para desempeñar altos cargos directivos, sin duda fue gente improvisada, a quienes se les estaba pagando favores políticos; y estos señores, también salpicados por el lodo de la corrupción, se metieron en negociaciones ilícitas, “ farreándose” miles de millones de dólares, pertenecientes a los afiliados y sobre todo a los jubilados. Sin duda que la corrupción campea en el país, en todos los estamentos públicos, ni se diga en el IESS, ésta es la principal causa de la debacle en la que se encuentra este organismo. Lamentablemente hasta el momento, el gobierno actual no ha hecho nada por solucionar este álgido problema. Los jubilados elevamos nuestra voz de protesta, y por ningún motivo permitiremos que se mancillen nuestros derechos. Nos queda la última esperanza,  antes de que “el barco se hunda”,  que esta entidad  sea manejada por gente digna, honesta, capaz y de buena voluntad.