Zombis de la nueva era    

Édgar Plaza Alvarado

Como si no hubiera suficientes calamidades en el mundo, ha aparecido una más, pero ésta es originada por nuestra codicia, ambición y el exagerado deleite de los sentidos.

Caminan por las calles y veredas, sin norte ni sur por una vía que no tienen regreso, solo ida: hacia la muerte. Adquieren posiciones corporales de las más inesperadas e insólitas. Ya son únicamente hueso y pellejo y despojo; no les importa comer ni dormir ni descansar solamente su vicio que ávidamente crece sin parar. 

Es el fentanilo. Esta droga maldita –como todas las demás y proterva como todos los vicios– fue inventada en la década del 60 del siglo pasado y que, como otra de las tantas mentiras que nos han hecho, se dijo que su adición era insignificante y una cura maravillosa. Décadas después la realidad es otra. Más que la marihuana, la cocaína, el opio y otras más o menos conocidas juntas acaba con el que tiene la infelicidad de probarla, tanto que es máxima preocupación sanitaria de los gobiernos de Canadá y EE.UU. dado que está liquidando a toda una generación. 

Quien la experimenta no puede dejarla y necesita más y más y con más frecuencia, cada vez con dosis más grandes. El efecto en el cuerpo hace que sus pulmones y corazón específicamente colapsen. El usuario pasa a ensanchar el inventario de anónimos fallecidos trágicos. La apetencia de dispendio es aprovechada por los grupos proveedores de anfetaminas para ofrecérselos a precios bajos y en cantidades ilimitadas dado que para su producción no son necesarios recursos grandes ni extensiones territoriales. La ilegalidad del contrabando permite la adquisición de parte de la materia prima en Europa y Asia, fundamentalmente de China. 

Verdad es que hay quienes sí han retornado del desenfreno de la marihuana y la cocaína u otras, del fentanilo no. Por falta de reacción, tiempo o vida. Empeño no les faltará, pero el abrazo letal que les da es mayor a toda motivación para apartarla.

Como problema generacional o de la época este vicio inició su llegada al Ecuador…  (O)