Y entonces viene el debate

Andrés F. Ugalde Vázquez @andresugaldev

Ya las cartas están sobre la mesa. Y si bien es cierto que aún faltan algunas promesas por cumplir, promesas por romper y todo aquel pintoresco ejercicio de alianzas impensables de última hora, lo cierto es que casi todos los partidos y movimientos políticos han hecho ya sus procesos primarios. Podemos, por lo tanto, decir que estamos en precampaña (que es como se le dice a la campaña cuando aún no está permitido hacer campaña), y esto implica que pronto comenzaremos a ver nuestra cotidianeidad poblada de promesas, propuestas y (cuando la cosa se caliente), intrigas, insultos y un intercambio de agresiones que, mucho me temo, serán el componente central del debate político.

Y es a este punto al que quería llegar: al debate. Y lo digo porque, tomando como referencia las últimas elecciones, ha sido el debate la gran deuda pendiente. Ya, alguien dirá que me estoy haciendo viejo por esto de pensar que los tiempos pasados eran mejores. Pero es que uno no puede dejar de extrañar esos debates en los que figuras de la talla de Borja, Huerta, Velasco o Córdova entre muchos otros, se enfrascaban en duelos verbales de altísimo nivel intelectual, poblados por supuesto de elegantes provocaciones, fintas del ingenio y un manejo magistral de la ironía; pero jamás armándose del insulto visceral, la calumnia o la ofensa al adversario.

Además, lo más importante, era un debate político que buscaba transmitirle al ciudadano un anhelo por un país mejor. Lejos de este debate dónde la realidad se convierte en un tercero excluido, dónde la prioridad es ganar por ganar, gustar al votante, entretener… ¿Y los problemas sociales? ¿Y la pobreza? ¿Y la democracia? Eso quedó excluido. El problema quedó excluido. El diálogo lo legitima todo (si ya lo debatimos, entonces ya está) y, por lo tanto, la política se convierte en un cascarón vacío de contenido.

Así que dejémoslo claro: Yo, el político, cuando hablo, me hago cargo de lo que digo, mis ideas me exceden, me comprometen con aquel pueblo al que le estoy pidiendo el inmenso regalo de su confianza. Eso, no otra cosa, es el debate político… (O)