Humo

Catalina Sojos

Puntualmente, a las diez de la mañana, se eleva un humo denso acá en la vía a Jadán, Guangarcucho que, intuimos, es producto del fuego que  achicharra insectos, pájaros y todas las especies de la zona; se trata de la quema de matorrales, arbustos y árboles en los terrenos adquiridos por una empresa para preparar sus bodegas. Declarado posible suelo industrial, supuestamente, obliga a los habitantes a permanecer dentro de sus casas y salir al aire contaminado con mascarillas. Puntualmente se instala el dolor de cabeza y la dificultad de respirar en los vecinos del lugar, la motosierra no se detiene y la deforestación diaria tampoco. Una vez más comprobamos la ausencia de las autoridades de medio ambiente y de la municipalidad, cuerpo de bomberos, etc. El poder económico es más que suficiente para voltear la cabeza hacia otro lado, aquel paraíso se quema sin que nadie levante su voz; y es que en este país la ceguera de las autoridades es contagiosa, recurrente y obliga a la sordera. Ciegos, sordos y mudos esperan, cínicamente, las elecciones; mientras tanto el infierno de la delincuencia, la corrupción y todas las miserias morales han sentado sus reales en este sur. Cuenca agoniza, amigo lector, literalmente. Cada día aparecen cadáveres en sus ríos, cabezas cortadas, ancianos encementados y las más terribles pesadillas jamás vividas ante la impotencia de la ciudadanía. Pero ese es otro tema. (O)