¿Quieres hacer política? Pues bien, comienza por ahí. Por quererlo de veras, y luego piensa en tu propuesta, en ese algo que te jode del mundo y quieres cambiar. ¿Te preocupa el tema ambiental? ¿la violencia? ¿estas harto del centralismo que nos ignora? ¿de los estereotipos y las etiquetas? ¿de los viejos complejos de la sociedad mojigata? Pues bien, elige un tema y luego prepárate, porque la cosa no viene fácil. Y no, no vas a poder cambiar el mundo, no tu solo. Pero vas a poder, si eres buen tipo, cambiar algo, algo pequeñito, pero para bien. Y eso es suficiente.
Además, piensa que hay miles de políticos. Las calles están repletas de políticos. Miles de líderes con la fórmula para cambiar el mundo, y todos fajándose por subirse a cualquier tarima, por un minuto frente al micrófono de cualquier cabina de radio. Así que prepárate para comunicar lo que piensas, pero, en otros términos. Y cuando lo hagas, hazlo de frente, llamando a las cosas por su nombre. Porque hay una sola razón por la que la gente te va a escuchar: porque le estás diciendo la verdad, porque lo que dices también le afecta y se identifica.
Y olvídate del discurso políticamente correcto, habla de manera vertical, habla espeso, levantando polvo. Porque eso es lo que necesita el que estará escuchándote, con el teléfono o la radio encendidas, así a medias, mientras revisa las redes o prepara el desayuno. Ese golpe que lo inmovilice, que le quite el aliento. Que lo obligue a detener el coche y haga que se le quemen las tostadas. Porque le estás diciendo algo que le importa. Que le duele. Que lo incluye. El derechazo letal que lo despierta, que lo saca de la apatía. Que lo mueve a la acción. Un golpe en el pecho que le haga prestar atención de una vez por todas, para que comprenda que en este país no hay lugar para la tibieza, esto se defiende entre todos, no hay otra alternativa. Y luego ¿a alguien no le gusta lo que tienes que decir? Pues es su problema, no el tuyo… (O)
