Segundo tiempo       

CON SABOR A MORALEJA Bridget Gibbs Andrade

Así como sucede en el fútbol, en la vida también hay un segundo tiempo. Comúnmente llega cuando rebasamos los 55 años y nos enfilamos a los 60 y más, edad en la que muchos planean jubilarse y disfrutar de un período de ocio o, en algunos casos, de un asueto perpetuo. Es una etapa en la que pausamos para meditar sobre lo logrado y lo que queremos seguir haciendo, para darle un sentido más profundo y un mayor significado a los años por venir.

En varios casos las ganas de seguir aportando al mundo están ahí, y van acompañadas de un deseo de trascender con lo aprendido en el campo profesional, emocional o espiritual. Por lo regular, las biografías ocupan cientos de páginas describiendo pasajes de la infancia, juventud y vida adulta con detalles relevantes y anécdotas simpáticas; pero cuando relatan la vida de los años dorados del protagonista, la narración es lacónica y yerma como un desierto sin dunas ni oasis en donde el viento ya no silba, y en ese mundo anodino, queda muy poco que contar. Sin embargo, no siempre es así con todas las personas.

Minna Keal fue una de las más notables compositoras europeas. Lo admirable es que compuso la mayoría de sus obras después de los 65 años. Nació en Londres en 1909 y fue hija de emigrantes rusos. Desde joven la música fue su pasión. Empezó a estudiar en la Real Academia, pero la muerte de su padre interrumpió abruptamente esta fase de su vida, poniéndola en una pausa involuntaria por 46 años. Comenzó a trabajar a los 19 y se jubiló a los 60, retomando sus añoradas clases de música y composición. Tras ser una joven tímida y poco sociable con sus compañeros de clase, en sus 80 primaveras estaba subida en el escenario del Royal Albert Hall, en Londres, interpretando su primer concierto. Fue un éxito rotundo. Luego de él, comentó: “Pensaba que el final de mi vida llegaba, pero ahora siento que apenas comienza. Como si estuviera viviendo mi vida al revés”.  

Por eso es importante jugar el “segundo tiempo” con la camiseta apasionada.
Anotando los goles que siempre quisimos mandar al fondo del arco, pero qué, por diversas circunstancias, los toreamos. Usualmente es en el “segundo tiempo” cuando los sueños más codiciados se cristalizan, y llegar a culminar nuestras metas, cualquiera que éstas sean, es un privilegio mayúsculo al que debemos aspirar. Al fin y al cabo, la edad no es más que un número. (O)