Atentados y magnicidios

Mario Jaramillo Paredes

A inicios de su carrera política, Napoleón Bonaparte sufrió un atentado que luego se supo había sido montado por su propia Policía secreta. A los pocos días exigió el nombramiento de Cónsul, equivalente -entonces- al de Rey. Pocos años después otro “atentado” le dio pretexto para autoproclamarse Emperador.

Desde allí – para no hablar de tiempos más remotos- atentados, autofabricados han servido para que caudillos y déspotas de toda laya endurezcan posiciones y persigan a sus opositores.

Mussolini, socialista primero y luego creador del Partido Fascista, sufrió varios atentados y cuando su popularidad se eclipsaba por las penurias de la guerra mundial, también se fabricó atentados que le sirvieron para endurecer la represión.

Chávez hizo setenta denuncias de atentados contra él. Culpó a la derecha, al imperialismo y a la oposición. Luego de cada uno, fueron detenidos opositores y muchos se refugiaron en otros países. Maduro- a lo bruto- creó una comisión para investigar lo que según él era la inoculación de células cancerosas al líder del socialismo del siglo XXI, recientemente fallecido por cáncer. En seguida perfeccionó un sofisticado sistema represivo para imponer el miedo y paralizar a la oposición. Cuando arrecia la falta de alimentos y productos de primera necesidad, habla de atentados, como pretexto para endurecer la represión.

Fidel Castro registró el mayor número de atentados: 638. Parte de ellos fueron reales en los años en que se trató de eliminarle, hasta colocando una concha con explosivos en el lugar en que practicaba buceo, desde su lujoso yate. Desde cigarros explosivos hasta alimentos envenados le llevaron a crear una sofisticada policía secreta o usar tres aviones para engañar a sus enemigos o a cambiar diariamente su permanencia en una de las 50 residencias de las que disponía. La posibilidad de atentados fue su arma mayor para perseguir opositores.

En estos días vuelve a ser usado ese viejo recurso. Esta vez, la Kirchner, luego de que un Fiscal acababa de pedir doce años de prisión, también tuvo su propio “atentadito” en el que -curiosamente-al magnicida se le encasquilla el arma y ella termina a los pocos minutos fotografiada, sonriente y firmando autógrafos. (O)