Cetrería: entre la tierra, el cielo y el amor por las aves

El Bioparque Amaru cumple la función de devolver la libertad a aves que fueron rescatadas.

Ctrería en el Bioparque Amaru
“Samay”, es un águila pechinegra rescatada que fue entrenada por Jhonny en el Bioparque Amaru.

Hay cicatrices que no se ven, se llaman recuerdos. Esta frase es ideal para Jhonny Rivera, cetrero del Bioparque Amaru.
Él muestra con orgullo y cierta nostalgia las heridas ya sanadas que tiene en sus brazos, que le ocasionaron las aves rescatadas cuando trataba de adiestrarlas para rehabilitarlas y reinsertarlas nuevamente a su hábitat.
No guarda rencor por estos animales. Al contrario, les hizo una especie de tributo tatuándose la imagen de estas imponentes aves encima de las cicatrices que le dejaron sus filosas garras y fuertes picos.
Ha sido víctima de ataques en diferentes partes del cuerpo: piernas, dedos, pecho, pero su recompensa es verlas volar libres nuevamente como “Samay”, un águila pechinegra rescatada que todos los días abre sus alas para suspenderse en los cielos de Cuenca y literalmente regresar a sus brazos en busca de comida.

Entre los “recuerdos” que se grabó en la piel se encuentra una especie de Yin Yang con un búho y una lechuza. También lleva un águila que le “destruyó” el brazo.
En su brazo derecho todavía están impregnadas las cuatro garras de un águila que cuidaba. Jhonny la sacó de su cubículo para que vuele.
Nunca pensó que iba regresar pronto, por lo que aprovechó para darle de comer a un Quililico.

“En ese momento solo vi una sombra. El águila nos atacó porque son territoriales o quizás pensó que le estaba llamando para alimentarla porque tienen una visión increíble”.

Jhonny Rivera, cetrero del Bioparque Amaru.

Al final se “destrabó” de las garras del hambriento animal que lo confundió con comida, gracias a que le lanzó un pollo faenado.

“Pasé una semana con el brazo hinchado, sin poder mover los dedos, pero no me importaba, es como que me llegó a gustar el dolor”, menciona entre risas Jhonny que también está encargado del área de bienestar animal.
Estas experiencias revelan lo riesgoso que resulta entrenar a las aves para esta actividad que consiste en capturar presas con aves rapaces en su estado natural, sin embargo, lleva haciéndolo ocho años.

“Muchas personas reciben el primer picotazo o garrazo y hasta ahí llegan, por lo que es fundamental tratar de entender al animal que siempre nos da señales”.

Jhonny Rivera, cetrero del Bioparque Amaru.

Inicios

Jhonny, oriundo de Zhoray (Azogues), inició a laborar primero como cuidador en el Bioparque Amaru.

Su deseo por entrenar a las aves era tal que se acercó con cierto temor a una percha de un águila Pechinegra adulta.
Previamente había buscado información sobre la cetrería en internet, pero no sabía su comportamiento ni cómo iba a reaccionar.

“Hice un mal movimiento y me atacó. Me sacó un trozo de la nariz, ceja y detrás de la oreja”, manifestó.
Tras el incidente tenía miedo que ya no confíen en él para entrenar a estos temperamentales animales, por lo que inventó una mentira piadosa. Dijo que las lesiones en su rostro fueron producto de una caída.
“Desde ese momento me metí de lleno. Leía muchos libros, buscaba vídeos. A parte de ser autodidacta, pedía consejos de gente experimentada, entre ellos Fernando Andrade, José Pacheco y Tatiana Sigüencia”, menciona.

Proceso


La cetrería se utiliza a nivel mundial para el control aviar en los aeropuertos y control de fauna en sembríos y plantaciones, generalmente con halcones en la altanería, y águilas y gavilanes para el bajo vuelo.
“En otros países como Argentina, donde he tenido la suerte de conocer más sobre este arte milenario, se organizan campeonatos, la caza está autorizada por temporadas”, añade.
Rivera, quien tiene 27 años de edad, indica que en Amaru utilizan presas que disponen en sus inmediaciones: codornices, conejos, pollos, ratones… “Tenemos que asemejar o buscar la manera para que las aves no pierdan ese instinto de cazar en libertad, utilizando incluso señuelos”.
Bajo este percepto en Amaru se han liberado lechuzas, águilas, búhos, cernícalos, gavilanes…Otras aves no han podido ser reintroducidas a la naturaleza porque se han vuelto dependientes del ser humano después de pasar muchos años en cautiverio, por lo que forman parte del programa de educación que busca concienciar sobre el respeto a los animales.
“Cuando nuestros visitantes nos ven con las aves nos dicen que son mansitas, pero no saben que hay detrás de todo”, señala.
Rivera critica que “muchos individuos piensan que son animales domésticos y cuando crecen los sueltan, pero lamentablemente vuelven a aparecer en manos de otras personas”.

Método de aprendizaje

En Amaru también se aplica el condicionamiento operante o instrumental, método de aprendizaje que se produce a través de la asociación de refuerzos o recompensas para que las aves ingresen voluntariamente a sus cubículos o se dejen revisar o medicar.

Jhonny Rivera trabaja con Quililicos, cuyo nombre científico es Falco sparverius, Águilas pechinegra (Geranoaetus melanoleucus), Buitre o gallinazos de cabeza negra (Coragyps atratus).

También adiestra Aguilillas de Harris (Parabuteo unicinctus), Gavilanes alicastaños (Buteo plagiatus), Búhos listados (Strix varia), Lechuzones orejudos (Asio clamator), Autillos (Otus scops), Caracara curiquingues (Phalcoboenus carunculatus) y Águilas andinas (Spizaetus isidori).

Para que retornen a “casa”, Jhonny utiliza un silbato. El sonido es asociado por estos animales con comida, generando un vínculo estrecho entre el cetrero y el ave.

Detrás de cada ave rescatada que llega a Amaru hay historias tristes. La gran mayoría presenta heridas de perdigones incrustados en su cuerpo debido a que algunos comuneros les disparan por consumir sus pollos y gallinas.

También acogieron a un águila Pechinegra, que está en proceso de iniciar el entrenamiento.

Implementos para cetrería

Para la cetrería se utilizan algunos implementos de la cetrería. El principal es el guante que evita lesiones cuando las aves se asientan en los brazos y tiene un valor de 50 dólares.

También está la caperuza, que sirve para tapar los ojos del animal y evitar que no se estrese. Este objeto cuesta 40 dólares. Existen diferentes medidas según el tamaño de la cabeza del ave.

Además, es importante las pihuelas, que son el equipo para entrenar, manejar al animal y mantener la distancia con las personas. (I)

MÁS DETALLES

  • – Cada 16 de noviembre se conmemora el Día Mundial de la Cetrería. Con motivo de esta celebración en Cuenca, un día después, se realizará un simposio.
  • – El 18 de noviembre, en cambio, se realizará una demostración de vuelos en el Jardín Botánico. Esta actividad es considerada un patrimonio humano vivo reconocido por la UNESCO.

Texto: José Mosquera Baca
jmosquera@54.196.56.88
Fotos: Xavier Caivinagua
El Mercurio-Cuenca