Indefensos

Aurelio Maldonado Aguilar

El sol se encuentra luminoso. El movimiento ciudadano y su devenir no tiene nada de extraordinario y los negocios y diferentes actividades de Azogues se ven normales.

Las cámaras de vigilancia, cada vez más frecuentes en todos los rincones callejeros y casas y con mejor resolución y tecnología, descubren con detalles las fisonomías de los sicarios, que, en paso apretado y certeramente dirigido, vienen a segar la vida de la víctima desprevenida e indefensa que se encuentra imbuido en sus actividades particulares y profesionales.

Las cámaras muestran las caras de los criminales claramente, los mismos que no usan mascaras ni disfraces para acercarse y disparar a quema ropa.

La placa del auto en el que se movilizan es claramente legible y no les importará que sea copiada en la escena del crimen, porque, de seguro, será auto robado y luego de los certeros balazos será abandonado en algún descampado.

El sicariato se enraíza en el pobre Ecuador y su gente en total indefensión, asustada y abandonada, clama por seguridad.

En Guayaquil, siempre una de las ciudades más violentas del Ecuador, sufre una decena de asesinatos diariamente, ordenado todo por mafias que operan en las penitenciarías, que las controlan, razón por la cual se cuentan por cientos los asesinados de una manera brutal y mientras todo esto acurre, el gobierno timorato y pusilánime, cree que con ofrecimientos todo se solucionará, sin tomar medidas drásticas con acciones de guerra verdadera ante el narcotráfico y el crimen organizado, que silencia al que pueda declarar en contra o molestar en la consecución de sus metas y delitos, como sucedió con el “patrón” Norero al que mataron dos horas antes de su audiencia en fiscalía, aquel que se fotografiaba con el innombrable truhan de Bélgica que lo descompuso todo y dio pábulo para todo esto que  sufrimos hoy y que un blandengue presidente actual y autoridades, que no atinan a dar pie con bola de miedo o debilidad y nosotros, pueblo, inerme, victimizado en una feroz algazara de sangre y muerte.

Requerimos con urgencia acciones drásticas y cambios constitucionales y legales, que implanten castigos tan fuertes, como las acciones delincuenciales. Pena de muerte para sicarios, narcotraficantes, corruptos, que por más que se escuche como algo fuera de todo derecho humano, serán castigos que cuiden de los derechos humanos de los ciudadanos honestos y trabajadores que estamos en zozobra y la más triste indefensión. (O)