Carpentier y las luces del tiempo

Aníbal Fernando Bonilla

Abordar en pocas líneas la grandilocuencia de Alejo Carpentier (1904-1980), es incurrir en una decisión desacertada que espero salir ileso. Sin embargo, tampoco por ello se puede obviar su trascendencia literaria. De directo origen cubano (aunque su nacimiento fuera en Suiza) sobresalió en la escritura, el periodismo y en el amplio conocimiento de las artes, la música, la arquitectura. Entabló relación con círculos creadores de Europa. Se estableció en Francia, España, México y Venezuela por determinadas etapas. En tierra cubana fue allegado al régimen fidelista ocupando importantes cargos públicos como el de diplomático. Su acervo escritural da cuenta de características bañadas de barroco, alteración de lo cotidiano y de una exposición frondosa de lo sobrenatural. Es en lo real maravilloso en donde encuentra su hipótesis narrativa que resume disímiles perspectivas de lo propio y lo foráneo, de la hondura mística tutelar y la percepción externa, o sea lo de aquí entrecruzado con lo de allá en una dimensión ética y estética única. Puesto en lo tangible, es nuestra Amerindia provista de su atmósfera espiritual y exuberante frente a la herencia eurocéntrica. Miradas diferentes que abren senderos de ensoñación retórica.

El afán libertario con su paradoja de la guillotina como símbolo de opresión y castigo se dibuja en El siglo de las luces(1962), novela cumbre para entender las revoluciones suscitadas en el continente americano a través de anhelos intrínsecos, alusión esperanzadora de igualdad y posterior desgarro ante las tiranías. Porque así fueron los alzamientos populares (de cariz cimarrón) con el ánimo de desterrar la ignominia colonial, aunque sus efectos no hayan contrarrestado en mucho sus causas primigenias. Carpentier traza con erudición un relato proveniente de la historia encauzada en los siglos XVIII y XIX. Y pone como entretelón a Haití con control foráneo, acechada por Inglaterra. Contagiado de los preceptos de la Revolución Francesa, el protagonista, Víctor Hugues -que existió en la realidad-, ya en la geografía caribeña asume el propósito de replicar tal mandato transformador, en donde abolir la esclavitud era un imperativo. Otros personajes son: Sofía, Esteban y Carlos. El siglo de las luces -que en septiembre anterior cumplió 60 años- reinterpretalas pasiones humanas en una alegoría desbordada que imbrica el fluir de las ideas y consignas con la afirmación del mestizaje, en densa sintaxis que, a su vez, se difumina en un viaje a través del tiempo.

Carpentier también es autor, entre otros títulos, de El reino de este mundo (1949), Los pasos perdidos (1953), El recurso del método (1974), La consagración de la primavera (1978), y El arpa y la sombra (1979).  (O)