Sobrevivir en tiempos de desconcierto

Karina Elizabeth López Pino

Luego de templar los nervios y entender que solo fue un susto con pérdidas económicas solo puedo precisar “me dueles Guayas, perla del Pacífico”.

¿En qué te has convertido?, ¿Qué te han hecho de ti? ¿Dónde están las políticas públicas de seguridad? ¿Hacia dónde camina nuestro país?

La provincia del Guayas se ha convertido en el epicentro de actos de violencia, inseguridad y crimen organizado; a los ciudadanos nos toca vivir bajo el asombro y la estabilidad emocional que produce la ausencia de una seguridad ciudadana y del derecho a vivir bien y en paz.

A los morlacos nos fascina disfrutar de tu calor, de tu rica y variada gastronomía, de la playa y todo cuanto ofrece un clima cálido tan propio de una ciudad costera, pero ahora estas tan peligrosa y distante que no es posible disfrutar de tus encantos. En el lapso de horas en ti bella y próspera ciudad comercial fuimos víctimas de robo. Y a esto hay que adherir el hecho de que la fuerza del orden público solo precisó: “Ah, ustedes han sido víctimas del robo organizado de mafias que operan a las afueras del aeropuerto José Joaquín de Olmedo. Todo esto es una mafia que va tomando más y más fuerza cada día”.

Qué tristeza escuchar una respuesta tan fría y nada profesional de un policía. O sea con esa expresión queda claro que se acepta como un hecho normal el que nos roben, maten, violenten, asesinen, extorsionen.

Impotencia en su máximo nivel es lo que sentí al evidenciar un robo tan perfecto, tan “profesional” tal cual como cuando el ratón se roba el queso frente a los ojos del felino.

Recapitulando voy a narrar una crónica real ocurrida en Guayaquil. A la una de la mañana del martes 1 de noviembre con dos maletas grandes y una de mano colocadas, aseguradas y protegidas en la cajuela de una camioneta salimos del aeropuerto internacional. La alegría de recibir al ser querido se nos opacó al ser detenidos por la Policía Nacional en Durán, allí se nos cuestionó ¿que llevábamos en la paila?

Maletas, precisamos. Sin embargo, para sorpresa nuestra lo único que hallamos fue sogas cortadas y plásticos vacíos; las maletas se habían esfumado como arte de magia de una banda de mafiosos que, según varias teorías, las maletas fueron sustraídas antes de dar arranque al motor de la camioneta. Su manera de robar es tan perfecta que no deja rastros ni huella alguna.

Seguramente, las cámaras tendrán la evidencia de lo ocurrido, pero para qué indagar si la policía conoce el modus operandi y no hace nada al respecto; será acaso porque les tienen miedo o porque son cómplices de robos que permiten tener ganancias de un dinero y productos ajenos, que solo tienen su valor económico y emocional para quien sudó para adquirirlos.

Aún no entiendo por qué la policía y los medios de comunicación no son capaces de alertarnos de las nuevas formas de robo para que los cautos e inocentes ciudadanos podamos aprender a ser más cuidadosos.

Tras tres días de sentimientos encontrados solo queda agradecer el estar vivos, ya que después de media hora que salimos de Durán dos policías fueron quitados la vida con armas de fuego. Nos queda las manos, la actitud y los valores para empezar de nuevo. (O)