No al desbande

Actuar en desbandada será contraproducente para retomar el ambiente de plena seguridad, tan exigida por los ecuatorianos.

El gobierno hace lo suyo, si bien tardó demasiado o actuó con parsimonia.

Lo hemos dicho: el narcotráfico no es cualquier cosa. Su incubación y posterior crecimiento y expansión no es de ayer nomás. Nadie, en su sano juicio, puede engañarse pensando lo contrario.

No son simples pandillas, capaces de ser disueltas o puestas tras las rejas, como algunos lo creen.

Son toda una súper estructura con alto poder bélico y un ejército de sicarios. Todos saben el multimillonario negocio del narcotráfico. Capaz de comprarlo todo. Hasta de incursionar de manera camuflada en la política, en la economía, y de poner de rodillas al Estado.

Este lunes, por ejemplo, los medios de comunicación dieron cuenta de ataques a civiles, a un centro comercial y hasta un dispensario de salud. Acciones no vistas ni siquiera en una guerra declarada entre países.

Por eso mismo se requiere de unidad. Las diferencias políticas, aun los odios gratuitos, deben quedar a un lado.

Si cada quien se dispara por doquier, estamos autoengañándonos, dando carta blanca al narcocrimen.

Peor si se quiere aprovechar políticamente, por ejemplo, para plantear la salida del Presidente de la República; o, como en el caso de la Asamblea, para recuperar algo de su credibilidad perdida.

Si aquel primer propósito se cumpliera, ¿se acabarán el narcotráfico, la ola de violencia, la inseguridad ciudadana?

Si eso sería así, ¿acaso hay nexos entre el crimen organizado y los sectores políticos ansiosos del cambio de gobernante? ¿Acaso los unos mueven a los otros para la consecución de sus protervos fines?

Es la hora de la sensatez. De informarse bien. De informar bien. De no tomar tan durísimo problema con frivolidad. De exigir liderazgos cuyo horizonte sea recuperar la paz social. De distinguir entre quienes están a favor del bien y del mal. No es mucho autoexigirnos.