La catedral de la mentira

Hernán Abad Rodas

No podríamos sobrevivir como sociedad o como individuos, si decidiéramos mentir todo el tiempo y en cualquier situación. La verdad es la promotora de la vida, dignifica, ennoblece y simplifica nuestro trato personal.

La falta de veracidad provoca un estado de caos en la vida diaria, no se diga en la política, donde mentir y engañar son sus sinónimos, en los negocios donde la mentira evita la caída de las utilidades.

Lamentablemente, la mentalidad actual está acostumbrada a una gran variedad de engaños, y en ella la verdad se convierte en un proceder anticuado, en especial muy notorio dentro del mercadeo político, en donde ilustres desconocidos han sido bien empaquetados y promocionados como excelentes productos para el consumo de los pueblos que viven cubiertos con el tenebroso manto del hambre, la pobreza y el analfabetismo político.

Una mentira repetida muchas veces encuentra eco en los habitantes de aquellos países que viven inmersos en una crisis de valores, en donde reinan el caudillismo, la corrupción y el lúgubre populismo.

En toda la historia del ser humano, en particular y de los pueblos en general, la verdad ha sido considerada como uno de los supremos valores humanos, así lo han pregonado los grandes maestros de la humanidad, desafortunadamente hoy olvidados.

Mucha gente habla de verdad, pero continúa viviendo en un mundo de mentira, siendo más notorio en el ámbito político. Hay un anhelo de verdad en los corazones de los autodenominados “salvadores de la patria”; algunos estarán avergonzados por carecer de ella, así es que hablan acerca de la verdad. Pero es solo palabrería. Vivir de acuerdo con ella es demasiado peligroso, no se pueden arriesgar.

La asamblea se ha tornado en la CATEDRAL DE LA MENTIRA, el engaño y la poca contribución a la solución de los problemas. ¿Dónde quedó la generación de buenas leyes, las reformas que requiere el país y una fiscalización seria y responsable, no mediocre y que solo busca el protagonismo?

Las organizaciones políticas que hoy integran la mayoría legislativa, quieren controlar el Consejo de Participación Ciudadana y con ello tomarse los organismos de control y meterle mano en la justicia, a la que se acostumbraron en el pasado para tapar sus actos de corrupción.

Un día no muy lejano, la mentira y la falsedad se convertirán en la tumba política y moral de quienes continúan ocultando la verdad, y que aún siguen haciendo presencia y participando en el funeral de la verdad.

“Aquel que quiera buscar la verdad para proclamarla ante los hombres, está abocado a la persecución y al sufrimiento. Pero las penas me han enseñado, a comprender el sufrimiento de los demás…la persecución… no ha oscurecido mi visión de la verdad, de la justicia y de Dios” (Kong Yinming). (O)