Descender a la realidad

Edgar Pesántez Torres

Condesciendan mis contertulios repetir algunas reflexiones emitidas en tiempos del totalitarismo y la insensatez, en viendo que prójimos de hoy, de poca monta intelectual y moral, han trepado por esos azares que tiene la vida a pedestales de soberanos, sede que los han ocasionado vahídos, despeños y devaneos. Quienes creen que los conflictos actuales son cada vez mayores y los caminos más estrechos para las soluciones, desconoce la historia, las civilizaciones y las culturas. Lo que sí se puede asentir es que en siglos pasados pudo ser peor, cuando los señoriales, reyes, monarcas, emperadores, sultanes, príncipes, césares, zares, notables, feudales, sacerdotes, caudillos, caciques y otras legiones de predestinados y mesiánicos medraban del resto y ordenaban cómo tienen que nacer, vivir y morir.

No obstante, esta casta se ha mantenido en el poder a través de los tiempos, sojuzgando a los subalternos hasta hacerles pedir perdón por los castigos que los infringen. En una de las mejores elegías escritas en el Ecuador, “Boletín y Elegía de las Mitas”, por el inmenso poeta latinoamericano César Dávila Andrade, se describe cómo se enseñó al nativo agradecer por los castigos que recibía. Estos crueles e impíos aún no desaparecen, están dirigiendo países seudodemocráticos, se creen con un poder sobrenatural manteniéndose en el pedestal para ser venerados por sus lacayos, quienes, a su vez, igual que ayer, cumplen las la función de verdugos de las libertades.

Si este género de autoridades no entiende, sus asesores y familiares caritativos deben hacerlos bajar del pedestal para que se atengan a los principios democráticos y no se valgan de trampas u otras mañas y artimañas para amasar las leyes e interpretar de conformidad a su tara. Por cierto, esto es muy difícil en los tiempos que corren, en donde se vende el concepto de que ellos son hermeneutas y deben actuar de conformidad a lo que sueñan, mientras las otros deben ser obedientes y no deliberantes.

Ha llegado el momento para la sublevación del pensamiento múltiple, en contra del pensamiento único y menos de una mafia de imberbes criaturas sin Dios ni Ley, quienes quieren satisfacer su vanidad, concupiscencia y vulgaridad, por cualquier medio. La diferencia de la humanidad, amigos lectores, es su esencia. Por ello, la mejor apuesta es por vivir en democracia, que en teoría significa establecer una relación de diálogo y respeto entre instituciones independientes, en interacción y con pensamiento diverso. (O)