Hipócrates

Andrés F. Ugalde Vázquez

A que negarlo, hay una edad después de la cual la cita médica se vuelve inevitable. ¿Ha empezado ya la vejez?  Pues no. Y, sin embargo, ya comienzan a aparecer algunos nubarrones que algún amigo, bondadosamente resumirá diciendo: Hay que hacerse un chequeo. Y así, por arte de magia, el “Check – Out” que antes servía para la mañana en la que uno pagaba la cuenta del hotel tras una noche delictiva; ahora servirá para referirse a esta frontera a partir de la cual se empiezan a cumplir las promesas postergadas, esto es: dejar de fumar el día después del cumpleaños, empezar la dieta el primero de enero, entrar al gimnasio el día de la Independencia…en fin.

Será por eso que este primer chequeo médico suele despertar un reverencial temor, especialmente entre quienes, a fe de diablo honrado, no hemos visitado un medico hace varios años. De allí que este inminente “primer chequeo de rutina”, que en buen romance debe entenderse como esa primera visita al médico sin estar enfermo, se suma en las profundidades de la mente a esta secreta convicción de que soy un tipo que está totalmente sano y esto, en parte, se debe a no andar buscando lo que a uno no se le ha perdido, y con esto me refiero a esas enfermedades con apellido, que una vez detectadas, lo acompañan a uno por el resto de su vida. ¿No la veías venir? ¡Pues ahora la vez!  ¡Tan tan! Se acabó.  La dieta empieza hoy. Aunque no sea primer día de nada ni cumpleaños de nadie. Y empezará por una conversación que podría sonar más o menos así:

  • Mi amigo, debe Usted dejar el vino y las comidas picantes.
  • ¿Yo? ¡Porquef!
  • Y algo más.  La próstata….
  • ¡La próstata nada! Que a tanto no hemos de llegar…

A lo que el médico replicará benigno que la medicina ha encontrado procedimientos menos “invasivos” para éste y otros tratamientos. Y claro, disciplinado como soy, iniciaré la dieta al siguiente día y en honor a las fiestas patrias de Uzbekistán o el descubrimiento de la zapatilla. Y que sea lo que Hipócrates quiera… (O)