Sentir la Navidad

Cuando la Navidad está a las puertas es notoria la fiebre consumista. Su máxima expresión llegará en el transcurso de esta semana.

Su significado netamente religioso, quiérase o no aceptar, se ve rebasado por el consumismo y otras expresiones, para nada asimilables a la recordación del nacimiento del Jesús de Nazareth, la figura emblemática del cristianismo.

El comercio saca a flote las formas más subliminales para vender, vender y vender. Los descuentos, a veces dudosos, los tiempos de gracia, atraen al público consumidor. Las tarjetas de crédito lo aguantan todo, a cuyo uso mucha gente sucumbe sin el debido control.

Durante los tres años de pandemia, la actividad comercial con motivo de la Navidad se fue a pique, como casi todo, y en todo el mundo.

Ahora la ocasión es propicia para seguir reactivándose. En el caso de Ecuador, los trabajadores del sector público y privado cobran el décimo tercer sueldo, un empujón económico adicional, por lo general gastado tan pronto como es cobrado.

Sin duda alguna, la Navidad, caracterizada también por los regalos, los aguinaldos, las cenas, dinamiza la economía casi como ninguna otra celebración.

Sin embargo, cabe la reflexión ciudadana para no caer en el exagerado consumismo, en el endeudamiento aparentemente fácil, cómodo y soñador. “Extender los pies hasta donde den las cobijas” reza el adagio popular, no siempre entendido, peor practicado.

Para los creyentes es necesario retomar el significado primigenio a la Navidad. Las condiciones en las cuales nació y vivió Jesús, millares de veces expresadas y hasta reproducidas; su mensaje divino, de amor y de paz, hoy por hoy son pretexto para el derroche y la diversión a granel.

Ahora, por ejemplo, la frase “felices fiestas” va reemplazando a la de Feliz Navidad. Con un poco de recogimiento y meditación es posible retomar la esencia de la Navidad, máxime en un mundo necesitado de paz, de tolerancia, de justicia, de verdadera espiritualidad.