…Y ahora viene nuestro “mundial”

Jorge L. Durán F.

El de la política, el no menos sucio que el de la corrupción, ni mucho menos que el de la justicia chata, con vasos comunicantes entre sí.

La “fifa” electoral ya calificó a partidos y movimientos que jugarán nuestro “mundial”.

Fijó fecha para que comience la contienda. Pero esas tribus, donde se produce una mezcla indigerible y maloliente, ya juegan sin esperar el pitazo inicial.

Cómo van a desperdiciar época tan propicia como la Navidad, pudiendo vestirse de Papá Noel para regalar pavos, pollos, caramelos, galletas, chicha, el pan de pascua; entrometerse si es posible en los Pases del Niñito, y hasta financiarlos. Harán lo mismo para despedir al 2022.

En nuestro “mundial”, que arrancará ni bien comience el 2023, habrá cantidad de partidos las 24 horas del día durante 45 días.

Hay jugadores a millares surgir entre titulares y suplentes. Ellos ya habrán puesto plata de su bolsillo, conseguido financiamiento de altos cotizantes, quien sabe hasta de “narcolandia”, de las mineras. Ya habrán repartido los cargos, fijado con quienes harán negocios, a quienes darán contratos, quienes serán sus testaferros y demás compadres para gozar de la victoria durante cuatro años.

Hay equipos que permaneciendo en la cancha, algunos por décadas, quieren seguir gozando del peloteo, del goteo y del perreo.

Cada equipo tiene uniforme, número y símbolo; nombres, desde románticos hasta combativos; desde libertarios hasta salomónicos.

Los estadios serán las ciudades, aun los pueblitos más lejanos. Sus habitantes serán los públicos que, obligados, asistirán a la comparsa electoral.

Ellos verán jugadas inverosímiles, quiebres rutilantes, saques faraónicos, cabeceos a muerte, palomitas, penales cobrados hasta de espalda, carretillas sin piedad contra las canillas de los rivales, no les importará estar en “fuera de fuego”.

Fuera de la cancha, hasta se emborracharán para aparecer “buena gente”, “sociables”; las remilgadas se pondrán polleras; poncho y alpargatas los encorbatados.

No habrá ni cuartos ni ochocuartos; ni “tingales” ni semifinales. Una sola final, y punto.

Los ganadores serán varios. Se llevarán las copas de prefecto, alcalde, concejales y vocales de juntas parroquiales.

El único árbitro será el pueblo. No tendrá VAR para ver quién miente, quién “faulea”, ni qué mismo sienten los apostadores de la política; pero sí tarjeta roja para expulsar a tanto ruletero, cuentero y embustero.

Terminado el “mundial” de 2023, dos años después volveremos al otro. El deporte favorito del país es el electoral. No hay tiempos suplementarios ni penales.  (O)