Canciones humildes

Jorge Dávila Vázquez Rincón De Cultura

Hace años, tuve la idea de reunir en volumen un conjunto de poemas breves, de tema cotidiano, que se caracterizaran por su tono sencillo y temas simples.

Yo diría, que eran lo común de mi lírica, aunque es verdad que en ella existen desde sus inicios composiciones de tema literario, artístico, mitológico, religioso desde sus inicios (Pienso en el primero de los poemas que se conservan,  “Nueva Canción de Eurídice y Orfeo”, en la que si bien el tema del amor perdido está actualizado, sin embargo, las referencias a la pareja mítica, se mantienen).

Así, pues, lo que quería era volver cotidiano todo: temática, lenguaje, formas expresivas, pero sin perder el aliento lírico.

En la realidad, lo único que escribí con ese tono fue un PEQUEÑO RETABLO, que evocaba la Navidad y sus diversos momentos, en una lengua de lo más sencilla y cotidiana. Pondré a continuación algo del conjunto, pues no me dará el espacio para toda la extensión del texto, y me encantará saber su opinión al respecto. Y aprovecho para desearles que hayan tenido una NAVIDAD MUY FELIZ.

El agua

Siente el cuerpecito /de Jesús,/que se hunde, /tibio,/en sus ondas/ cristalinas.//¡Ah, si pudiera quedarse/ para siempre/ con ese Niño, /que percibe/ desciende de lo eterno!

Dice la piedra

La joven madre/ ha posado su planta

en ella,/ en esa leve piedra,/ mientras iba por un cántaro/ de agua / al riachuelo.// ¡Señora!/Si/usted quisiera/ grabar esa pisada

en este cuerpo,/ inerte en apariencia,/ que suspira/ por esa eternidad /suya, Señora,/que apenas/ ha dejado/ breve huella.

El asno

Tenía en el pecho/ como un saco de rebuznos.// 

No se atrevió/ a sacárselos de adentro, /ruidosamente,/ como lo hacía siempre.

Le daba pena/ despertar al infante/ dormido.

Era un sol/ sobre la hierba,/ seca y áspera.

El buey

Si él, tan manso, tan sumiso,/ pudiera hablar, 

seguro que diría algo como esto:/  “Y yo, Señora,/ hoy no podré trabajar/ y quién sabe si mañana/ tampoco/ y pasado mañana/ y el resto de mis días…/ ¿Para qué hacerlo/ después de haber visto/ lo que los hombres llaman/ la gloria del Altísimo,/ y rumiarlo larga/ interminablemente?/ Seré un mártir, Señora.

El primer santo/ buey/ del mundo entero./ Me darán y darán/ de muchos palos,/ pero ya nunca podré/ dejarme uncir a un arado/ luego de haber calentado/ con mi aliento/ al hijo del Señor/ del Universo”. (O)