Balance y proyecciones

Son imprescindibles los balances al concluir un año, en este caso el 2022.

En lo económico, los hacen los analistas, tomando como punto de partida varias aristas, haciendo comparativos, sopesando resultados, las estadísticas.

Nunca hay coincidencias. Peor cuando esos análisis son vistos por la población, siempre dispuesta a ver su situación considerando su poder adquisitivo, si tiene o no trabajo estable, incluso por la afectación de la carga tributaria, por el costo de vida, en conclusión, en cómo está su estómago y sus bolsillos, y hasta por la falta de obra pública.

A pocos interesa, por ejemplo, el altísimo monto de la deuda externa; peor la positiva reducción del déficit fiscal, las secuelas de la pandemia, las de la guerra por la invasión de Rusia a Ucrania, el impacto de la inflación en otros países, para el caso del Ecuador, la de los Estados Unidos.

El Gobierno hace sus propias estimaciones y perspectivas para el nuevo año, si bien organismos internacionales vaticinan el desaceleramiento de la economía y el incremento de las tasas de interés.

En lo político, el país atestiguó los intentos golpistas, el ahondamiento de la pugna de poderes, la inercia de la Asamblea Nacional, la debilidad del Gobierno a la hora de consensuar para la aprobación de sus proyectos de ley.

El punto crítico resultó la protesta indígena, con claros intentos de desestabilización. Degeneró en extrema violencia, dejando millonarias pérdidas, y una salida hasta ahora no definida; más bien proclive a ser reeditada.

En seguridad, el Estado se vio sometido al poder del narcotráfico y de otras bandas criminales. Han dejado miles de “muertes violentas”, descubriendo, además, los flancos del sistema de Justicia, los nexos con el poder político, sin descuidar las masacres en las cárceles.

En lo social, es rescatable la campaña para luchar contra desnutrición crónica infantil, los microcréditos para emprendedores.

Un año para evaluarlo desde todos los lados, sacar conclusiones y atisbar el 2023.

Balance y proyecciones

Son imprescindibles los balances al concluir un año, en este caso el 2022.

En lo económico, los hacen los analistas, tomando como punto de partida varias aristas, haciendo comparativos, sopesando resultados, las estadísticas.

Nunca hay coincidencias. Peor cuando esos análisis son vistos por la población, siempre dispuesta a ver su situación considerando su poder adquisitivo, si tiene o no trabajo estable, incluso por la afectación de la carga tributaria, por el costo de vida, en conclusión, en cómo está su estómago y sus bolsillos, y hasta por la falta de obra pública.

A pocos interesa, por ejemplo, el altísimo monto de la deuda externa; peor la positiva reducción del déficit fiscal, las secuelas de la pandemia, las de la guerra por la invasión de Rusia a Ucrania, el impacto de la inflación en otros países, para el caso del Ecuador, la de los Estados Unidos.

El Gobierno hace sus propias estimaciones y perspectivas para el nuevo año, si bien organismos internacionales vaticinan el desaceleramiento de la economía y el incremento de las tasas de interés.

En lo político, el país atestiguó los intentos golpistas, el ahondamiento de la pugna de poderes, la inercia de la Asamblea Nacional, la debilidad del Gobierno a la hora de consensuar para la aprobación de sus proyectos de ley.

El punto crítico resultó la protesta indígena, con claros intentos de desestabilización. Degeneró en extrema violencia, dejando millonarias pérdidas, y una salida hasta ahora no definida; más bien proclive a ser reeditada.

En seguridad, el Estado se vio sometido al poder del narcotráfico y de otras bandas criminales. Han dejado miles de “muertes violentas”, descubriendo, además, los flancos del sistema de Justicia, los nexos con el poder político, sin descuidar las masacres en las cárceles.

En lo social, es rescatable la campaña para luchar contra desnutrición crónica infantil, los microcréditos para emprendedores.

Un año para evaluarlo desde todos los lados, sacar conclusiones y atisbar el 2023.