Los Nacimientos

Rincón de Cultura       Jorge Dávila Vázquez

Antaño, los Nacimientos, en casas, iglesias e instituciones, estaban a punto de llegar a su fin, las figuritas listas para ser embaladas hasta el año próximo; en ciertos casos, musgos, salvajes, líquenes y troncos se guardaban con cuidado, pues el tipo de esculturas y esculturillas no permitían el uso de materiales frescos, y, por supuesto, papeles plateados y celofanes y plásticos de color y dorados, estrellas, rayos y demás brillos, atesorados.

Había Nacimientos de todas clases y calidades. El de Filita Ledesma de San Blas, enorme, se lo componía en torno a una imagen del Niño Jesús atribuida al gran Legarda; actualmente en un museo. El célebre del Padre Miguel Cordero, con innumerables representaciones coloniales de la Natividad, disperso luego de su muerte.

Las imágenes españolas de escayola policroma del Belén de Teresita Semería -donadas al Museo de las Conceptas- giraban en torno a un pequeño Jesús, tallado en estilo de escultura tradicional nuestra. Las de René Pulla, joyas que encantaban, año tras año en el mismo centro cultural de la Concepción, las debe guardar amorosamente su familia.

En hogares y templos se veneraban piezas de herencia de Escuelas Quiteña y Cuencana, que eran el centro del arreglo, y algunas veces, muy hermosas.

La colección más bella que recuerdo, es la que expuso el Reverendo José Castellvi Queralt, cuando era Hermano Lasallano, bajo el nombre de Eliseo Luis.

Armó en una sala gigantesca del Colegio “Hermano Miguel”, que daba a la calle Borrero, un Belén de dimensiones épicas, en el que se desarrollaban escenas relacionadas con el Nacimiento de Jesús: Anunciación, Visitación, viaje a Belén, búsqueda de posada, noche maravillosa, adoración de pastores y ángeles, la estrella, el cielo parpadeante y musical, la persecución de los inocentes, la llegada de los Magos. Era algo maravilloso, lleno de luces particulares y movimiento. Las figuras italianas de papier maché que vendía con éxito Tosi, a mediados de los 50, y que estaban en muchas casas, se multiplicaron para este fabuloso Nacimiento por cien, en tamaños diferentes, respondiendo a la perspectiva. Castellví, que era tan hábil, construyó todo un mundo mágico, inolvidable. El misterio está en saber qué ocurrió con todo ese arsenal de piezas inolvidables, que nunca volvió a aparecer.  (O)