Senderos de Chobshi

Tito Astudilo y A.

En mi segunda salida de visita a sitios culturales recorrimos, “a paso de gringa viajera” como decía la teatrera Isabel Martínez, el Complejo Arqueológico de Shabalula en Sígsig, identificado sus componentes icónicos como la casita unicelular cañari constatando con dibujos de Wolfgang Wurster; el monumento a la culebra rígida, queda apenas la cabeza; la cara del amauta mirando al firmamento; la piedra mirador, monolitos zoomorfos dispersos y terrazas buscando el sendero que conduce, en descenso, al Castillo de Chobshi, tarea difícil por lo crecido del matorral y siembras de maíz que evitamos pisotear.

Nuestro destino, ese día, era identificar el camino cañari entre Shabalula y el Ingapirca de Chobshi como se llamaba este monumento prehispánico hasta que la Comisión de Arqueólogos que, visitó oficialmente el sitio en 1963, lo llamó Castillo de Chobshi como se lo conoce en la actualidad. Llegados al sitio, es fácil identificar en su extremo suroriental un sendero que conduce a Shabalula. Lo recorremos un largo trecho hasta una propiedad en donde se pierde el trazado original a expensas de una ampliación, limpieza de paredes y lastrado de la calzada. De regreso seguimos un ramal en dirección noreste, tramo bien conservado con su calzada irregular típica, sus paredes laterales relucientes de rocas, huancas, desagües y basamentos de una casita cañari, ya cerca del barranco del río Santa Bárbara, en donde terminamos nuestro recorrido.

Es una delicia caminar estos senderos con ausencia absoluta de ruidos, de polvo y otros contaminantes ambientales. Caminata, silencio y paz que invitan a reflexionar sobre la importancia de conservar estos lugares con sus elementos paisajísticos y culturales que, a más de recreación aportan a la identidad. “Nadie ama lo que no conoce” dijo alguien y se entiende. Caminar estos senderos es como un acercamiento a quienes transitaron, milenariamente, este paisaje. (O)