Conflictos en la región

Perú y Brasil viven momentos críticos como consecuencia de disputas políticas no combatibles con la democracia.

Tras la destitución y detención del entonces presidente Pedro Castillo, quien se aventuró, sin éxito, a dar un golpe de Estado, los desmanes no paran en el Perú.

Sus partidarios se enfrentan con la fuerza pública. Exigen la renuncia de la presidenta Dina Boluarte, el cierre del Congreso, el adelanto de elecciones, y la convocatoria a asamblea constituyente.

Solo este lunes murieron 17 manifestantes antigubernamentales en la ciudad de Juliaca, elevando a 46 los fallecidos desde cuando comenzaron las violentas protestas, matizadas con saqueos.

El Gobierno de Boluarte no encuentra la fórmula parar la reacción de un segmento de la población. El intento para lograr un acuerdo nacional, convocando a representantes de todos los poderes, gobernadores regionales y varios sectores políticos, fracasó, precisamente por la extrema violencia provocada el lunes.

Se habla de la intromisión política de ciudadanos bolivianos en territorio peruano, entre ellos del expresidente Evo Morales, amigo y coideario de Castillo, cuyo ingreso fue prohibido.

La inestabilidad política hace mella en el vecino país desde hacía varios años. Algunos presidentes fueron destituidos por corrupción, por cuyo motivo también iba a ser cesado Pedro Castillo.

En Brasil, como en EE.UU. durante la era Trump, partidarios radicales de Jair Bolsonaro irrumpieron en las sedes de los tres poderes del Estado, causando destrozos. El expresidente niega comandar y financiar las revueltas.

Se niegan a reconocer la victoria de Luiz Inácio Lula da Silva, cuyo derrocamiento buscarían a toda costa.

En democracia se pierden o se ganan las elecciones. Respetar la decisión popular es fundamental, como lo es hacer oposición; pero querer socavar la legitimidad de un gobernante, en este caso de Lula, es repudiable.

Ojalá la paz social se reanude en Perú y Brasil. Eso lo quiere toda la región.

Conflictos en la región

Perú y Brasil viven momentos críticos como consecuencia de disputas políticas no combatibles con la democracia.

Tras la destitución y detención del entonces presidente Pedro Castillo, quien se aventuró, sin éxito, a dar un golpe de Estado, los desmanes no paran en el Perú.

Sus partidarios se enfrentan con la fuerza pública. Exigen la renuncia de la presidenta Dina Boluarte, el cierre del Congreso, el adelanto de elecciones, y la convocatoria a asamblea constituyente.

Solo este lunes murieron 17 manifestantes antigubernamentales en la ciudad de Juliaca, elevando a 46 los fallecidos desde cuando comenzaron las violentas protestas, matizadas con saqueos.

El Gobierno de Boluarte no encuentra la fórmula parar la reacción de un segmento de la población. El intento para lograr un acuerdo nacional, convocando a representantes de todos los poderes, gobernadores regionales y varios sectores políticos, fracasó, precisamente por la extrema violencia provocada el lunes.

Se habla de la intromisión política de ciudadanos bolivianos en territorio peruano, entre ellos del expresidente Evo Morales, amigo y coideario de Castillo, cuyo ingreso fue prohibido.

La inestabilidad política hace mella en el vecino país desde hacía varios años. Algunos presidentes fueron destituidos por corrupción, por cuyo motivo también iba a ser cesado Pedro Castillo.

En Brasil, como en EE.UU. durante la era Trump, partidarios radicales de Jair Bolsonaro irrumpieron en las sedes de los tres poderes del Estado, causando destrozos. El expresidente niega comandar y financiar las revueltas.

Se niegan a reconocer la victoria de Luiz Inácio Lula da Silva, cuyo derrocamiento buscarían a toda costa.

En democracia se pierden o se ganan las elecciones. Respetar la decisión popular es fundamental, como lo es hacer oposición; pero querer socavar la legitimidad de un gobernante, en este caso de Lula, es repudiable.

Ojalá la paz social se reanude en Perú y Brasil. Eso lo quiere toda la región.