Gobierno y Crisis

Hace pocos días, ante la pregunta del periodista sobre si estaba el gobierno en crisis, el presidente Guillermo Lasso respondió que no.  Horas más tarde se difunden nuevos audios con más detalles del entramado construido sobre las empresas públicas y los tramitadores; se contrasta la versión Presidencial sobre la solicitud de renuncia a su Presidente de la Empresa Coordinadora de Empresas Públicas (EMCO) y, finalmente, renuncia su Secretario Anticorrupción luego de entregar el documento borrador de resultados de su propia investigación al tema que generaba escándalo mediático, jurídico y político. Todo un cúmulo de circunstancias que no dejan duda que el gobierno estaba en crisis.

Ante la incertidumbre que se genera producto de un contexto crítico la primera opción siempre será la transparencia y la entrega de información que guarde consistencia con los hechos.  Al negar un problema que claramente le estaba estallando en la cara, el gobierno ha incumplido el primer paso que se requiere dar para navegar las crisis que es el de contrarrestar la incertidumbre con transparencia.  Con toneladas de verdad.  De hecho, es contradictorio cómo al secretario anticorrupción, cuyo informe plantea -al menos a nivel de hipótesis- la oportunidad de señalar errores, hacer los mea culpa del caso y avanzar con un excelente baño de transparencia y firme actitud contra la corrupción, venga de donde venga, haya sido descalificado por la vocería gubernamental.  A la negación de la crisis, este reciente gesto gubernamental señala una intención de ocultarla o al menos minimizarla.

Las acciones iniciales que ha realizado el gobierno tampoco han contribuido a la entrega de certezas.  La intención de restar credibilidad al medio La Posta es una forma de discutir con el mensajero en lugar de mirar el contenido del mensaje.  La descalificación del mensajero no siempre es la mejor estrategia, y sin embargo es la más frecuentemente utilizada, indistinto del signo ideológico del gobierno de turno.  El mensajero no es el problema y mucho más si comienzan a llover audios como evidencias de que existía un entramado.  De hecho, es el mismo presidente quien termina legitimando audios que involucran a uno de los principales implicados y ex funcionario del gobierno.

Como negar al mensajero no da resultado, ahora la estrategia ha sido intentar controlar la narrativa dirigiendo el foco hacia otros actores constituidos como villanos.  Este esfuerzo resulta ineficiente si el relato no guarda coherencia con los datos.  Es muy difícil que la población pueda acoger estas versiones si la credibilidad de la voz presidencial está en duda. Se abren nuevos capítulos de una trama que no tiene forma de cerrarse a no ser que el gobierno admita su nueva condición de crisis y la aborde con frontalidad y firmeza.  Liberándose de todo aquello que empañe o deje la más mínima duda sobre sus intenciones de sostener una plataforma libre de corrupción, como fue su campaña electoral.