Campaña en los cantones

La mayoría de los medios de comunicación prioriza la cobertura de la campaña electoral en las ciudades y, de entre estas, en las más grandes electoralmente hablando.

En los 221 cantones del país, con las diferencias del caso, esa lid se libra sin cuartel. “Pueblos chicos, infiernos grandes”, dice el adagio popular.

Quienes legalmente lo pueden, aspiran a ser reelegidos, en especial los alcaldes, así su gestión se cuestione. En esta misma línea están los concejales. Algunos buscan aquella dignidad. Han hecho de la política su modo de vida.

Otros candidatos, tras uno o dos periodos intentan retomar ese poder. Han nacido pequeños caciquismos. En un determinado caso, la esposa aspira a reemplazar a su esposo.

Con ese y otros fines han eclosionado alianzas disímiles, inverosímiles ni se diga movimientos políticos, con la más variopinta denominación y cuya supervivencia nadie garantiza.

En el caso del Azuay, aun en el cantón más pequeño por el número de electores, hay entre 5, 6, 7 u 8 candidatos a alcaldes.

Fácil colegir, entonces, la forma como se desarrolla la campaña en esos territorios, donde, por ejemplo, por medio de caravanas motorizadas se intenta demostrar el poderío electoral cuyo final lo cierran grandes conciertos.

Difícil saber quiénes financian esas y otras modalidades de proselitismo, para cuyos pagos no serían suficientes los montos asignados por el CNE.

Entre ellos, no faltan acusaciones de corrupción, así tiempo atrás fueron del mismo partido o movimiento; igual de presumir sobre quienes pondrían dinero para tan ostentosas campañas; de haber o querer convertir a los Municipios en agencias de empleo o en centros de negocios, en especial, de los dueños de equipos camineros, de los explotadores de áridos, de los mineros ilegales.

No falta el baratillo de ofertas. Tampoco los candidatos impreparados, banales, incapaces de articular una oración al momento de hablar o aquellos de cuya locuacidad lo útil no es ni el 2 %. Los electores tendrán la última palabra.