Nostalgias de Dumapara

Tito Astudillo y A.

Despedimos enero visitando el Complejo Arqueológico de Dumapara en la parroquia Cochapata del cantón Nabón y, pese a la alegría de estar nuevaamente ahí, afloran nostalgias que se incrementan, a medida que recorremos el sitio, constatando su abandono y, desde luego, recuerdos de visitas anteriores con Bolívar Ochoa, con la exalcaldesa Amelia Herráez, con Juan Fernando Paredes y tantas otros regresos con amigos, familiares, arqueólogos y turistas culturales, en fin, testimonios de un atractivo histórico casi místico y ritual.

Y, parangonando una canción: “Ahí están, ahí están”; las ruinas de Dumapara, Complejo Arqueológico Cañari – Incásico de Dumapara como denomina Gustavo Reinoso Hermida, desparramadas en las faldas del cerro Totorillas, con la fabulosa laguna de Shuna en su cúspide, caprichosamente ovalada y rodeada de enigmáticos monolitos, piedras de moler granos, laderas aterrazadas y un imponente mirador de paredes labradas en la cuchilla norte. Las ruinas se dilatan ladera abajo sobre la gran meseta hasta las orillas de la quebrada de Rafqui, cuyas paredes inexpugnables, ratifican el concepto de una fuerte militar e insensiblemente su ocupación y encuentros entre defensores cañaris al mando de Duma y conquistadores incas comandados por Túpac Yupanqui. La presencia del Capacñan especifica la presencia incásica en este sitio cultural. Y siguen evocaciones como, testimonios locales que aseguran que la altura de sus paredes ocultaba a un cabalgante y su utilización como tambo puntual en la travesía Nabón-Oña; de cómo se minó las piedras del complejo para utilizarlos en obra pública y en el sistema interconectado más específicamente. Y reminiscencias del “pozo de ofrendas” y su corriente de agua cristalina. Hay para conjeturar largo…

Y hablando de imaginación porque, para comprender una cultura, esta capacidad humana es fundamental, quiero recordar a Francisco Talbot, quien en “Las ruinas de Duma-para” se refiere a unos graderíos y especie de coliseo, cuyos vestigios se pueden reconocer en la planicie, dice “como que sirviera de plazoleta de un famoso coliseo que atestigua la existencia de un pueblo culto y de refinada civilización”. Visitemos Dumapara con mucha curiosidad, patriotismo e imaginación. (O)